domingo, 19 de diciembre de 2010

los mismo de siempre en un año diferente

Voy a contar lo que siempre cuento, porque hago lo que siempre hago.

Carretera rumbo a Ciudad Bolívar. Pero Caldas que no perdona y te hace vestir de plástico, y yo si curva a curva sí sentía una rareza en la moto, pero me di cuenta ya lejos, bajando la montaña, donde solo hay un montallantas, que más que desvaradero, es un lavadero de carros.

Válvula de llanta delantera oxidada, lluvia en las cabezas en los los techos y en el "chiqui" que en bicicleta se recorrió varios kilómetros para comprar el neumático numero 17 que me salvará.


Vi la lluvia ir y venir por el valle. Hablé con los parceros del montallantas. Miré sin remedio mi celular sin seña (para twittear, para llamar a mamá).

Al fin atravesé las montañas para llegar a casa, tarde como siempre.
la idea era salir a comer alguito, como excusa de reunirnos antes de que yo partiera a otros horizontes. "Mi papá no va, está enfermo, y mi hermano no va, está trabajando. Eso somos." escribí en el twitter.

Una reunión rápida, informal, llena de chismes, de llenuras, de Juan José dando lidia, y así, juntos, hasta donde la vida nos deje, hasta que nosotros podamos.

No hubo fotos... algunas veces, guardo fragmentos en mi memoria natural.

Recibí una camisa de mi mamá y mi hermano, mi padre me sonrió y tomamos juntos un tinto, los primos se alegraron, los animales de la casa me mordieron, y dos o tres cervezas en un pueblo de locos, fue la justa dosis para devolver a la ciudad en medio de otro aguacero, a terminar de arreglar cosas y vainas y urgencias, y poderme ir a Ecuador (monday, 18.30, por Lan) a entender que debo callar más, respirar más, actuar más, vivir más.

Esa es la búsqueda, pasar las festividades de fin de años en otro lugar que no sea "el mismo de siempre", y darme un respiro, a ver si me respondo.

martes, 14 de diciembre de 2010

los viajes previos al viaje

En días hiperactivos, llenos de tantas cosas para un diciembre de un año más, que me tienen con una adrenalina brutal. En días así, por cosas del destino, tengo en mis manos una edición rebonita de "Viaje a Pie", un libro de Fernando González, de estilo muy sencillo, y por ésto hasta elegante es.

y ahora me sonrío porque no tengo que ir a internet a leer ese prologo tan lindo de Gonzalo Arango le escribió al maestro, ni copiar el Tumblr frases sueltas, ahora puedo ir a la biblioteca (hecha a punta de libros comprados de segunda y dos o tres regalos de gente que me estima) y sacar el librito que llegó de la mano de un policía, enviado directamente por el Alcalde Alonso Salazar, porque se pusó a trinar sobre el libro, y sinceramente me intereso para comprarlo, solo que el primer mandatario de la ciudad sacó como As bajo la manga una clásica actitud twittera, y le hizó un regalo a un joven que normalmente lo critica y le exige por políticas: "telefono y direccion te envío el que me regalo eafit" (via DM).

Por las cosas que hacemos en internet, bacano que el twitter hasta te sirva para el tú a tú con el político, y le puedas decir que está errado o sobrepasado, o recibas, gracias a una gentileza y la posibilidad de la modernidad de hacer vainas medio absurdas, el regalo que querías. (se le agradece sin duda)

"La vida no es un sueño, es un viaje: Un viaje a pie. Y para viajar hay que estar despierto, ¿No?" (Gonzalo Arango)

Ya tengo Das Apostillado, ya hay tiquetes comprados, ya tengo libro para leer en el viaje, ya tengo vía libre para seguir trolleando a Salazar, ya quiero irme lejos, ya quiero viajar, ya el corazón late con rabia porque se había quedado en el limbo inútil del solo palpitar, ya quiero, como este chico que gracias a la revista Orsai lo conozco, no tener miedo, no tener excusas, no parar.



www.Orsai.es

No hay más remedio que irse agarrando a un propósito que nos escude contra la tristeza de la decadencia y de la muerte”. Viaje a Pie.

La vida es un viaje, quién se pega a mi viaje?

lunes, 13 de diciembre de 2010

Siempre envidié

A los carniceros, porque contaban más plata que mi padre, que era un simple legumbrero. Yo veía a sus hijos más gordos, más cachetones, y con mejor ración que la mía. Hijos de puta, siempre los llame.

Claro, pura envidia le tuve al gordito, que era hijo del panadero, que en la escuelita poseía ese morral de cuero que tenía las letras ABC en relieve y a color. ¡Maldito! Creo que lo envidié tanto, que un día después que tocaron el timbre del recreo y que nos habíamos quedado jugando a un gol más a riesgo del castigo, el gordo se reventó la rodilla en un escalón del patio mientras corríamos de regreso al salón. Creo que fui yo el de la mala energía: lo envidiaba por rico, y porque alcanzaba el mesón de la tienda que a mí me superaba por muchos centímetros. ¡Perro!
Envidié a los niños blancos, y con cara bonita, y con familia con plata y de buen apellido. Ellos se quedaban en las "chuchas americanas” y “chinas” y en los juegos de "pico de botella" con las niñas más lindas, que con tiempo se convirtieron en reinas de todas las frutas y tradiciones de mi pueblo. ¡Pirobos! menos mal salieron maricas casi todos!

Cuando chico (todo es cuando chico!), la envidia cuando adultos es más mala, ya verán.
Cuando chico siempre envidie la zurda de los amigos calidositos (ya sean en las bolas, en el fuútbol, en las peleas). Envidié babeado el buen pulso, la buena puntería, de los más gamines del combo, que eran capaz de hacerle rotos a los panales, descalabrar enemigos, bajarse de un tiro la gajera de mangos. Yo solo tenía una diestra que hacía las cosas simplemente bien.

Es obvio que envidie a todos los que ya no eran "cachuchos", a los que a punta de paja había sido capaz de dejar de ser vírgenes, y luego, en las orinadas, podían decir que se había comido hasta la mamá. ¡Malditos! Seguro todo mi odio les ha beneficiado a tener una vida de mierda. Eso espero, y ruego!

No saben cuánto envidié a los que salían al frente del salón y podían exponer sus ideas clara y divertidamente. Yo siempre fui capaz de perder la nota con tal de no pararme allá y hablar pasito (entre los dientes) y ponerme la cara roja o pálida como una hoja.

Siempre miré con envidia de la mala a los que se ganaban todo. Hasta las rifas hechas en hojas de cuaderno, rifado por la Lotería de Medellín y que daba un premio de 1 pollo asado más Cocacola, se ganaban esos pendejos y pendejas. ¿Y yo? Ni mierda! No me he ganado ni una bala perdida.

Y en silencio tuve envidia de los que tenían hermanos mayores a quién imitar y de quién recibir consejos e influencias. Yo desgraciadamente fui el primero de mi familia, el primer primo de todos, al que todos no imitaron ni escucharon ni se influenciaron. Qué desgracia la de mi familia conmigo a la cabeza.

Y por supuesto, envidié mucho, muchísimo, a los amigos que tenían el “verbo” para conquistar las chicas que quisieran. Soy de la especie: “guevas” que piensan que todos los temas son tontos, que las chicas sienten asco por mí, y que me da pena mirar a los ojos, y que lo mejor está por dentro, y esas bobadas. Otro como yo no nace.

Puedo decirles, antes de pasar a las envidias adultas, grandes, mayores, como para hacer una transición entre la niñez, la adolescencia (bendita época donde uno envidia de todo) y la mayoría de edad, que envidie con todo el amor a los que no tenían las orejas grandes y salidas, a los que median más de 1 con 80, a los que no tenían caratejos en ningún parte del cuerpo, a los que tenían un pene grande (o eso cañaban), o bueno, a los que tenían los pectorales normales, y los que no tienen un huesito en el hombro que les impida cargar cosas sin que duela, y obvio, envidié a los de ojos azules y bocas finas, y a los que tienen el cabello normal y no esta enredadera de pelos que de un lado es así y del otro es asá. Los envidié sin odio, para no hacerme daño, para que mis defectos no se resintieran.

Y así, lográndome soportarme con todas estas envidias, y he llegado no sé cuándo y no sé cómo a ser grande y tener unas envidias diferentes.

Pues, por ejemplo, ando envidiando a cuanta pareja se besuquea en la calle y se dicen: “Te amo miamor”, o cualquier cursilería de esa que el amor genera por montones, y envidio a los que corren de la mano porque sí y porque no en un día de lluvia, y envidio serenamente a los amigos que hablan con pasión entendiéndosen hasta los silencios mientras se toman un tinto. Envidio un tantico no más a los que bailan y ponen a bailar, y mucho mucho a los que son buenos para cantar, tan buenos que lo ponen a cantar a uno. Y requeté envidio al que es capaz de callar por horas, y así lo insulten, no está como yo alzando la mano y opinando hasta en lo que no le incumbe. Envidio la "buena presencia" del resto del mundo, a los que se les sientan al lado en el bus y hasta les conversan, porque mi silla siempre es la ultima que alguien elige por ocupar. Envidio a todo el que está feliz, con buena energía, llenos de ganas de hacer las cosas, mientras yo ando sin ´fuezas´ para hacer . Sonrió de pura envidia al ver alguien feliz con las cosas sencillas, a los que viven en el campo y se ponen contentos porque está bien de salú, porque andan naciendo mariposas o el perro amaneció juguetón.

Miro con sospechosa envidia a los que dicen qué saben para donde van. A los que dicen que su hijo les cambió la vida. A los que mencionan que ya lo hicieron todo.

No son envidias de odio y de putería de las cuales me llené en mi infancia. Ni las lastimeras y absurdas de la adolescencia. Ahora es una mezcla de queja fugaz, de querer ese algo esa acción ese momento esa actitud y guardarla en el disco duro para algún día pueda ser ese que envidien, pero serlo con toda, con gusto, sin perder la sorpresa ni mucho menos sentirse supremo, sólo añorar, lamberse, soñarse con una especie de putería, de lástima, de queja o maldición, que es la envidia por un auto bonito que pasa, o el trabajo que anda haciendo un conocido, o la inteligencia de tal desconocido, o la espalda libre de nudos y estréses de los deportistas.

Ahora cada envidia, como cuando veía a los niños comprar Halls o MyM en el pueblo de mi niñez, o cuando un amigo era un líder bacano y todos lo seguíamos ciegamente, o ahora cuando envidio hacer tal cosa por siempre, todas ellas, las trato de hacer posible. Que sea real, tangible, una experiencia más de mi vida. Es como un reto. Como excusa para vivir un día más. A por las envidias!

Lo que no soy capaz de llevar a cabo, por excesivo o problemático, trato de verlo como paisaje, y obvio, no miro ese paisaje, no entro a revisar cuánto vale el Iphone que envidio, o no voy a los parques a ver “contar plata delante de la gente”, ni me voy a una feria de súper dibujantes para que restrieguen su talento en la cara, ni mucho menos me voy a sitios cooles para querer todos las maricadas que están de moda que bien divertidas y envidiables son.

Por ahí leí que la envidia es el único pecado que uno no disfruta, que el resto de pecados capitales son de gozo, de placer y de excesos. Envidiar es faltarle, es saber que qué chimba leerse todos esos libros, que te haría muy bien ese aparato, o esas palabras, es ver en otros y en otras cosas que de "one" te gustan, que de inmediato te hacen sentir que adentrico recién se ha generado un vacío, como si eso que apenas ves y envidias, te fáltese desde hace mucho tiempo. Algo así es la envidia, un vacío inventado, que uno quiere llenar, ya sea con la imaginación o con el esfuerzo real, para uno estar más lleno cada vez más.

Y como decían en el Chavo del 8: “La envidia nunca es buena, mata el alma y la envenena”.

Como vieron, mis envidias son de las buenas, porque mi alma es de las malas.


*"Siempre envidié" es un texto que escribí para un reto de Pecados Capitales de una amiga de twitter. En su blog, a conocidos y anónimos, les causo como gracias, como furia, como incomodidad. Sé lo que siente, envidiosos!!!

domingo, 12 de diciembre de 2010

conocí a José Asunción Silva

Desde hace días ando cogiendo los libros de "Palabras Rodantes", y me los trago en varias idas al baño, sentado incómodamente en una escala, mientras los parlantes del Metro le hablan a un poco de montañeros en inglés, y por eso no he escrito, y por eso no los he devuelto.

Después de Baldomero Sanín, que en una partecita de su selección habla de José Asunción Silva, no quedó otra cosa que leerlo.

Niño superdotado, hijo de comerciantes, en una Bogotá del siglo XIX, pero siempre su mente estuvo en otro lado. Viajó, volvió, y dice el libro que camino los primero pasos del espíritu lírico Colombiano. Murió a los 31. Digo, se mató a los 31 años. Leyéndolo, por su letra y por sus fuerzas y claridades, se me parece a Andrés Caicedo. O será que Caicedo es el Silva del siglo XX?

No sé... Lo que si sabemos es que es el que sale en los Billetes verdes de 5000 pesos Colombianos, y eso debe ser por algo. El que escribe el prologo dice que José Asunción representa "ese sentimiento al mismo tiempo doloroso y sublime, hondo y dulce, contradictorio y terrible que se resume en la expresión: SOY COLOMBIANO".

Demasiado emocional, sentimental, poético. Siempre grito que no soy capaz con la poesía pura, pero algunas palabras del autor me llegaron. Entonces, lean:

Podría copiarles frases de cada poema, de cada rima, pero no, qué desgaste. Debo reconocer que no era el tiempo para leer cantos al amor, pero bueno, fue lo que la mano cogió al escoger el próximo libro.

No solo le escribe al amor, sino a otros dolores también. Dolores y colores que todos tenemos.

Una poesía tan diversa, que hay cosas que directores de cine y animaciones super famosas han llevado a las pantallas, que Silva ya las cantaba desde hace un buen rato:

Frases sueltas, que son bonitas por alguna razón:

"¡cómo tendeís las alas, ensueños vanos,
cuando sobre las teclas vuelan sus manos
!"

ó

"¡El verso es vaso santo. Poned en él tan sólo,
un pensamiento puro,
en cuyo fondo bullan hirvientes las imágenes!,
¡como burbujas de oro en un viejo vino oscuro!

ó

"Las cosas viejas, tristes, desteñidas,
sin voz y sin color, saben secretos
de las épocas muertas, de la vida que ya nadie
conserva en la memoria..."

Versos y versos. Algunos llenos de un humor negro:

"Cuatro lunas más tarde, entre las sombras
del crepúsculo oscuro en el silencio del lugar y la hora, entre las tumbas
de antiguo cementerio
Lázaro estaba. sollozando a solas
y envidiando a los muertos
".

Y para terminar de compartirles un libro más que me leí, tres textos que me dan aliento para seguir, a pesar de la soledad, y de haber puesto todas mis cositas e ilusiones en un barco a punto de partir (¡tan marica yo!).

Y aquí está el texto que le de da titulo al librito, brillante:

y una recomendación adicional al leer (solo, en pareja, en familia, en público), de parte de José Asunción Silva (que dijo que un barco se le ahogo lo mejor de su obra):

viernes, 10 de diciembre de 2010

Las velitas se queman solas, y los días también

Me saboreo con una mala cara tenaz un vino tinto que compramos en el mercado como cariñito para los que nos gusta los cariños.

Un diciembre lleno de cosas, de aceleraciones, de trabajo, de nostalgias.

El día de las velitas, por lo cual escribo, paso tranquilo.

Prendí Velas. Dos paquetes.

Las encendí cuando el trabajo me dio tiempo, ya cuando el resto del mundo las estaba haciendo una bola de esperma, o veían subir cerca a sus cejas la "candelada del diablo".
Afuera llovía, y mis velas las tuve que poner debajo del techo, casi adentro de la casa, en el balcón donde nadie de afuera ve nada, ni huele casi nada.

Pensaba que qué pendejada encenderlas, que ya no estaba mi hermano (compañero en casi todas las encendidas de velas), y que no tenia a nadie a mi alrededor en ultimas, que ni los gatos que andan siempre lejos y dormidos, y que no hacen caso por el nombre que les inventé, y que cuando les cuento uno que otra idea que ando pensando solo se limitan a lambersen una pata o acicalarse su cosito con paciencia.
A pesar de la lluvia y las nostalgias, las velas de todos los colores quedaron reducidas a una mancha de cera en la primera tabla que me encontré. Porque bacano ver extinguir el fuego, porque tranquilizador ver arder, para suavizar la emociones, para tratar de acabar con el calor que mucho tiempo me tuvo de píe, más brutal y feliz que nunca, y que ahora por razones que aun no entiendo y que son lejanos a mí, me impide seguir, me hacen daño, estorban, me punzan, me hacen llorar. Y no, no me lo puedo sacar.

A la una de la mañana las velas seguían quemando el aire, y yo ya no tenia ni energía ni aire.
Fui a la cama como las otras noches pasadas: me arropo con casi todas las cobijas, hago un puchero de esos que le salen a uno en la impotencia, me abrazo, me voy para dentro, donde hay solo olvido.

Vendrán otros fuegos, y se consumirán igual que los días, que la vida.

domingo, 5 de diciembre de 2010

Machete está en la ciudad

Hoy subía por la canalización después de pedaliar bajo el sol que le daba azul al cielo y moreno a mis brazos (más!), y vi en una caja de teléfonos el nombre de una película que me hizó reír como chancho:

Supongo que es un apodo de alguna banda local (de fútbol), y no algo relacionado con la película, serie b= poco billete, de Robert Rodriguez, llamada: "Machete".

si, una película Bizarra con todas la ganas que pudieron hacerla. Absurda, mala, hasta "pendeja!". Pero con actores de lujo, con un guión podrido pero lleno de finos detalles que denuncian que México ya puede tener héroes (por su cultura y gente tan como es), y que el autor y todo su grupo se saben los trucos de hollywood y que se los burlan de ellos por puñetas, por gringos, por malnacidos que creen que los hispanos somos cómo en sus odios.
Una banda sonora divertida y bien hecha, unos chistes que te hacen arquiar de la euforia, y todos los miedos a las armas cortopunzantes tocan tu sistema nervioso, y sangre y sangre y sangre, y muchas manos y cabezas rodando por todas partes:



Una basura de película que hay que ver, para que te cojas de la mano con tu amor, o mires aterrado a tu amigo y compartan miedos, o en tu soledad te muerdas las uñas y sonrías socarronamente.

Viva Machete! que viva ese instrumento que abre trochas y posibilita la agricultura, la aventura, y traer leña a casa, y claro, también permite darle una planera o rajar en pedacitos a tus enemigos.

Cierro los ojos, y en mi mente como en fade in van apareciendo una a una las imágenes de gente cortada corriendo, o heridos (machetiados) abatidos en el suelo por la rasca y las heridas, indios que se mataban unos a otros sin dar un paso atrás (con honor). Abro los ojos, y me digo: mi pueblo es muy machetero!

¡Arriba los machetes! diremos desde México, pasando por Puerto Rico, Colombia, y el resto de países que necesitamos revolucionarnos para que por lo menos nos traten como personas, para no morir como esclavos sino como guerreros.

Vaya a cine, y pásela rico. Hay twitter para seguirlos, hay canal de Youtube, de Facebook, y la frase de los pobres y los feos, y los nadies somos más, y que seguro algún día reaccionaremos, y les dejaremos de sostener el mundo donde los pocos güeyes viven y disfruten su mierda de vida.

miércoles, 1 de diciembre de 2010

a mis 28

Que ande perdido no significa que no sepa para donde voy, pensaba ahora en la tarde mientras los sentimientos uno a uno pasaban dentro de mí como el paisaje que veía por la ventana del Metro.

Yo no fui el que tiró los dados de mi vida. Pero ya que están tirados, asumamos las perdidas y las ganancias. Es lo poco que me queda.

Hoy, que algunos conocidos y amigos me saludaron por las redes sociales y por el teléfono, o que me dijeron al verme, "ey, feliz cumpleaños", midios les pague por los segundos y las horas que me han prestado de sus vidas, que es lo poco que me merezco.
Y a mi familia, los más cercanos a mi corazón, que puedo contar en los dedos de las manos de un "Simpson", que hoy me dió unos regalos y una rica comida y estuvieron ahí, Aguante por siempre!!!! Por ustedes es que no me venzó, no me lanzó, no me me voy. Lástima estar en tantas reuniones, y en tantos proyectos de tanto futuro, sabiendo que lo único que uno lucha, es poder estar con los suyos todo el tiempo algún día.

Faltan 5 minutos para que termine el 1ero de diciembre del 2010, año tan amargo como dulce, que me tienen así "de flaco mijo!", de "loco parcero!", de "triste ombre!". Mañana otro día más para estar perdido, para justificarme seguir andando.

Me voy a la cama con algunos shots, algunos tragos de vino, uno que otro humo congestionando el área de la razón.
Me protege una casa, un trabajo que muchos envidiarían, y que yo solo disfruto y aprovecho como trinchera para luchar.
Me acompaña los gatos, los sueños, las palabras dichas y los proyectos en deuda y las locuras que se me ocurrirán mañana.
Me llamo Juan David, y ya estoy tan viejo para decir que estoy vacío, tanto, que ya ni pena da, porque estoy vivo, y la memoria y el corazón entenderá que somos tan libres que volamos y que olvidamos.