Entregué el libro en la taquilla de la biblioteca, y el señor sacó entre las paginas un separador, y me lo devolvió. No era mío, pero el libro lo tenía yo, entonces si es mío.

Mientras iba cogiendo ritmo para salir corriendo a hacer cada cosas que hago a diario, leí la frase que da una cierta razón a lo que digo siempre: que si hay una juventud en silencio, es que todo anda muy mal!
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