Mientras desempacaba las cositas que mi madre y padre me regalaron, mi TV Mobile me mostraba el aburridor partido entre el verde y el rojo. Yo soy del verde, y pocas veces desempaco la legumbre, y mucho menos pelo yuca, ni había tenido un televisor que se puede llevar a todas partes.
Alguna vez mi madre me trajo un Televisor de la costa, cuando fue a la excursión. No sé cómo hizó, pero le alcanzó para un teve a blanco y negro de 10 pulgadas (calculo yo), que hasta se le podían meter pilas.
Era su estrategia para que el Nintendo no le dañara su Sony a color con perilla, y para que su hijo mayor estuviera feliz.
Ahora, ella misma me regalo el celular koreano que sintoniza radio y tv, y que parece tener buena señal; o no sé, cómo nadie me llama. En todo caso, gracias a las pocas (y abandonadas) antenas que el gobierno aun tiene para los "sin cable", y a las repetidoras de los canales privados que instalaron cuando apenas estaban naciendo y querían cobertura nacional, me vi un cotejo, un día me vi las noticias, alguna inauguración o momento importante lo viví porque unos pixeles deformes y coloretiados de un celular me lo mostraron.
El sueño de un celador, el mejor momento juguete para teleadicto.
No soy ni lo uno, ni lo otro.
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