Después de una semana larga de trabajo en la ciudad de Cali, que si le interesa un tantico y le sobra tiempo, en mi twitter la puede leer y en mi twitpic la puede ver de a pedacitos, hago una pausa dramática en las carreras de la vida, y me quedo en la Sultana tres días más.
Los amigos de Casa Occio me contaron que éste es el año de los sentimientos, y se sonríen, y se miran, y me dicen: "y usted los arranco con toda". Algo hay que hacer, concluyeron.
Vamos para el kilómetro yo no sé que, en la vía al pacifico, en una finquita de una amiga de ellos, y ahora mía, al ladito de la naturaleza para poderse escuchar los latidos de los días de hoy, y coger otro ritmo, entender que ya no diré "Estamos", si no: "Estoy".
Podría escribir otra carta famosa a una amiga que se va, que se fue, que ya no está, pero prefiero en este agosto del año 2010 comenzar a inventar otras formas de vivir los días, de prometerme futuro, de proteger el pasado.
Un amigo de la Casa del Occio, Miguel Oyer, que creo que es dominicano o algo así, me dice con una sonrisa gigante y su voz de narrador de Beisbol: "Yo te dije que te quedo gustando. Te vas a ir quedando aquí".
Yo me sonrío, y pienso que si, que en mi tierra no soy profeta, que ya el murito donde me recostaba para no caer, para no ser vencido, para soportar la soledad elegida, ya no está ahí, ni aquí, ni allí, ni viene más tarde, ni me contesta en un teléfono, ni me limpiara las lágrimas, ni vendrá corriendo a solucionar los problemas de este niño malcriado.
Miró los farallones. ¡Lindos!
Esa misma cordillera que llega, o va terminando por los lados de mi pueblo, muchos departamentos después, y que me hace pensar: Por algo me está gustando esta tierra del sur, de vientos que te hacen sonreír, estamos conectados de alguna forma.
Tengo que ordenar mi cabeza, para luego seguir bajando y llegar al alma, si acaso tengo.
Pero primero, antes de armarme otros planes, me preguntare a mi mismo qué es lo quiero, si es el orden, si es correr, si es paciencia, si es todas las anteriores.
Mientras tanto, camino solo y miro al infinito, esperando ser capaz de ser singular, hasta, me dice Milton entre risas: "que le vuelvan a enseñar el plural".
Nos trasladamos
Hace 12 años
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