Me levanto la visera del casco porque después del letrero siempre viene un pavimento ondulado e iluminado pobremente, y un policía acostado y luego otro, y una oscuridad en curva, y luego otro policía, y el olor a cacao de la Nacional de Chocolates, y más allacito otro policía más iluminado, y 100 metros más allá ahí en la purita oscuridad y cuando la vía se vuelve aún más mala te encuentras otro policía, y ahí, diagonal a la secretaria de Transito, en pleno puente dos niñas caminan por la acera y balancean su cuerpo como si fueran a pasar la calle pero en un milisegundos deciden no hacerlo, entonces yo acelero más para darles el espacio de pasar más pronto e inmediatamente ellas cogidas de la mano deciden pasar justo cuando yo estoy pasando, y cuando estamos cerquita mi moto y ellas dos, la niña más grande (de unos 12 años) de pelo larga y falda algo corta me escupe la cara. Vi volar la escupa y golpear mis ojos, mi mejilla, mi cuello. Disminuyo velocidad, llego al otro policía y con mi guante gris sucio de tanto trajinar me limpio mi cara fría, y no me detengo porque no lo puede creer.
Eran las 9.45pm, miré para atrás, y ellas no había pasado nada la calle, y caminaban por la acera hacia la autopista y me miraban burlonamente. Paré.
Respiré, supongo cómo nunca lo hago, espere a que los pocos carros dejaran de pasar, y me devolví. Ellas al ver que giraba corrieron y se metieron trotando al barrio; lo que me demoré les dio tiempo para dejar el rastro frío, y la callecita de ese barrio que queda detrás del montallantas y que es tan grande como tres cuadras chicas, y que la otra vez conocí de volada porque en ese mismo puente donde me escupió una niña hubo un accidente muy feo (de muertos), y nos desviaron, y esa vez vi a muchos pelaos tirando esquina y con cara de qué hay para hacer de malo pues, y con la moto prendida, mirando con rabia si algo se movía, me dijé: es una táctica que tienen para robar. Te escupen, las sigues, te roban hasta la ultima moneda cuando te metes a su territorio.
O tal vez, pensé rápidamente, fui un imprudente al no ceder el paso a dos culigadas que no tienen afán de nada y te escupieron cómo castigo, como pequeña picardía de la noche.
O quizás, también me dije esa noche fría y para olvidar, que pasaste en el momento exacto, del color perfecto, a la velocidad que era, y con la cara adecuada, para que el mundo te pegara la rabia y el odio y el fastidio que te tiene por medio de una saliva llena de burbujas diminutas en medio de la espesura lanzada con rabia a tu cara.
Si, eso fue.
Di la vuelta y en medio del acelerón también me dijé, que esa era una muestra más de lo que estoy inspirando a las mujeres (y al mundo en general): Asco.
1 comentario:
Que final pa'triste ome.
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