Al rato, efectivamente, un pájaro estaba en la boca del gato blanco y negro, que llamamos MAX por costumbre, porque por obediencia no es.
¡Mierda!
Ya era demasiado tarde, ya el pájaro, la tortolita no tenia salvación. Y por supuesto, a mi se me conmovió todo. Que pesar!
Era ya del gato. Ley natural. La tortola dio papaya, Max estuvo atento.
Y Juan David con el corazón arrugao, haciéndose el bobo, y llamando a su hermano para que botara el cuerpo aporreado y sin vida de una pajarito que fue muerto por dos gatos que ya estaban durmiendo la jugarreta. Ni se lo comieron (bueno, mejor, porque quién se aguanta la mortecina).
Ya en la mañana, solo había plumas.
Y a pesar de eso, el gato en la misma posición que lo he visto en todas las casas durante toda su vida: Mirar para arriba, a ver qué se mueve, y qué cae.
Nunca le había caído nada. Anoche tuvo mucha suerte. Y hoy seguía en las mismas.
Le grite que ya estaba buscando algo que no estaba, que volara, y que pilas con los gatos, que eran unos hijos de putica que no entienden que está casa es NO violenta por naturaleza. Es que se le olvidan.
2 comentarios:
Jjajajajaja. Max es lo maximo. Jijiji!
jejeje te imagino gritandole al compañer@ de la tortola muerta...
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