El titulo del texto que lees, era un frase típica de mi papá cuando veía a la gente caminar cerca a los palos que le habíamos quitado a la caja de "guachaca" (Tomate delgado), y que siempre quedaban con un clavo esperando a que pisaras, para traspasar el zapato (el Ten), y hacerte un orificio en el pie.
Un día me pasó. Claro, me gané un regaño horrible, y el huequito que me hice en la planta del pie luego se volvió negro, y con una aguja tuve que quitar ese "clavo" (el pedazo de material mala).
Seguro alguien con muchos kilos de peso, es capaz de meterse el clavo hasta el fondo. Pensaba.
Pero todo esto viene a cuento, porque iba a salir a la terraza de la casa, y sentí un punzón en el "juanete", de una livianise el peso de ese pie poniendo el otro en el suelo rápidamente.
Me había parado en un chinche con mis pies descalzos (y sucios).
Cuando estaba en la guardería, me arrodille en el pasillo, al pie de una cartelera, y me calve un chinche en mi pequeña rodilla. El dolor fue increíble. Y ese día entendí que los chinches muy peligrosos, tanto como las puntillas del toldo de mi papá, que en un futuro me iba a decir una y otra vez que cuidado.
Como una semana entera estuve caminando de para atrás. Porque al hincharse la rodilla, y aporrearla de esa manera, no se podía doblar, y de para atrás no es necesario doblar.
Mi mamá corriendo para llevarle la comida a mi papá en la plaza de mercado, y yo teniéndome de las paredes, y bajando los escalones casi para llorar. Miraba a Aleida que reía impotente, y ese calle larguísima que llevaba a donde Alirio.
Entendí que la vida es dura, y que uno es afortunado de tener casi todos los sentidos y herramientas buenas, y que no debía quejarme (aunque lo hiciera en sollosos que nadie escuchase) porque mi invalides se acabaría pronto, y otros la tienen para siempre.
Nos trasladamos
Hace 12 años
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