martes, 15 de junio de 2010

Tómese una colada, que le alimenta

Me entregaron ganas de tomar colada. Recordé a mi tía calentando la leche, luego disolviendo algo de una caja amarilla, y luego el olor a rico que se subió cuando hirbió.

Me contó que era para una señor(a) que estaba enfermo, en el Manzanillo, el barrio vecino.
Me dio a probar, y les aseguro que fue el sabor más suave y delicioso que recibía mis gustativas desde que había nacido. En serio. Yo tenia unos 8 años, no sé. Siempre, hasta los 18, me tenia que empinar para todo, entonces las edades las confundo porque casi siempre he calzado lo mismo, 37, y me sirve la talla M.

Pero lo importante es que aprendí que nunca había tomado colada de verdad. En la escuela, al medio día en el restaurante público, daban una sopa dulce espesa nutritiva y caliente. Hacia filas, y decía que era muy pobre (si era pobre, pero no tanto), que me dieran colada, y me daban, y me la comía toda sentando en el suelo frío que hacia de silla de unos mesones grandes, de un salón amplio con ventanas altas con techo de eternit, donde unas mujeres gorditas casi todas, nos daban de comer a los que necesitábamos, o queríamos, o gustábamos.
Pero no eran coladas de leche pura, ni de maizena, que fue el tarro amarillo que mi tía saco aquel día.

Y cuando mi mamá nos llevaba a las tarde de madres comunitarias, o que amamantaban, o primerizas, o no sé cuantos programas (desorganizados y mientras ese gobierno) se han hecho para ayudar a las madres pobres, con hijos en crecimiento. Esas tardes tranquilas, donde las mamas hablan de esas cosas que estaban aprendiendo, comíamos entre muchas cosas, colada hecha con aguapanela, que era oscura, pero sabrosa hasta chuparse los dedos. Hecha con Bienestarina, o Colombiaharina, que mandaba el gobierno en bolsas, y nos daban, y mi mamá los domingos, que cerraba la cocina porque era el día de descanso de la mujer, y el de los hombres el del trabajo, entonces nos despachaba con arroz con leche, o coladas hechas con mucho amor y más bien poca leche.

Hoy, cuando tengo 27 años, aun me empino, parece que estoy pasando a talla S, y ya me sirven otra vez los zapatos de mi mamá y mi novia, compramos los ingredientes para hacer una colada de las ricas, puras en leche, con la receta de la maizena.

Fue en vivo, y quedo grabado para que ustedes la hagan en casa:



Quedo rica. Pero no tan rica como la que hizó mi tía Amilbia aquel día.

Otro día hacemos arroz con lecho, o café con tostadas, y seguimos recordando.

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