Hoy, que a las 3am me desperté a leer un mensaje de texto que decía: “Paso. La conciliación. Q tristeza.”. Me dormí pensando en conciliación o coalición, y que eso se sabia, y que me debía dormir de una porque el teléfono sonaría a las 4,50am.
Me bañe con el agua tibia, no por la tina ni el gas, sino por el reposo en los tubos durante la noche de nubes gigantes y clima templado.
Y salí a eso de las 5,30 después de los tragos.
Media hora para llegar al salón. Radio en mis oídos, calles solas, casas que se abren, gente tranquila que camina.
Busque el salón, después de caminar media universidad, y encontré todos los compañeritos sentados silenciosamente mirando para el frente, o sea a mi, porque no había profe en el tablero.
Ya eran las 6,15am, y no había profesor, pensé mientras me sentaba en una de las tres sillas que quedaban por ocupar.
Me quite el buso, acomode todo, espere unos minutos escuchando “las cuñas” de julito, y viendo la situación, me salí del salón dejando mi bolso cuidando mi puesto.
10 minutos más, se rompieron filas, por iniciativa de los que nos habíamos salido. Todos por tinto. Y yo que no tenia un peso, que había bajado a recibir clase hasta las 8am, y a esa hora me consignaba la plata para mi desayuno ligero, y la comida de los gatos, y mis pasajes, en fin.
Con los 700 pesos que le saque a la alcancía de Coca Cola, me tome un perico, conversando con Adriana (creo), una caleña que se vino de su tierra para estudiar específicamente Ciencias Políticas.
Ella tenia clase de 9. Yo no tenia sino sueño.
Me despedí, y camine hasta mi casa.
Ya alguien me dijo (por tuiter) que había un letrero en el tercer piso del bloque 14: “ve pero acabó de ver y en el tercer piso había un papel de ayer que decía que la clase empezaba la otra semana”.
Bienvenido a la U, ahora si.
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