Es martes 15 de marzo, y acaba de dejar de llover afuera, en la vereda "El Cerro". De seguro volverá la lluvia.
Ya ha pasado una semana después de que me diera cuenta que huí de la hostilidad de la ciudad para comenzar a sufrir las violencias del campo.
Fue una semana de guardar silencio, de no decir casi nada, ya suficiente mierda está todo.
Trabajo para distraerme.
Fumo para no estar.
Estas son mis estrategias. Tal vez una alegría en medio de días sin ganas de nada de nada de nada me llegó el fin de semana, para jugar con los amigos, y competir contra otros, de reír con todos.
Mucha risa, y uno que otro helado que hacen olvidar no ganas, el incumplimiento de citas, el no comienzo de proyectos.
Llevo tres días seguidos comiendo sudao.
Invento una nevera natural.
Me trepo a la montaña con una bañera colgada en la moto.
Robo arena en cualquier construcción de la autopista.
Tengo dvd´s como espejo.
Trabajo por inercia, porque las ganas y acciones e ideas de los otros me impiden parar.
Pero lo único que quiero es dormir. Todo el tiempo me quiero recostar y dormir. Y ya.
No tengo ganas de luchar ni por la revolución de Nepal, diría un compañero (si tuviera compañero) revolucionario bajoniado.
Estoy como cuando a un juguete se le acaban las baterías y aun funciona una ultima vez con la energía que queda por ahí en los circuitos. Así estoy.
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