Un buen día para un viajecito en bicicleta. Un buen clima para un trip, trip, trip.
En la mañana un papelito debajo y en medio de la lengua y los sueños rumiandos a
las siete de la mañana de un jueves santo en el año 2011, y despues todo el día fue luz. Aun hoy.
Pero así se incendiara la casa, mi vida... el corazón seguiría ahí, intácto.
Hizó sol y camine en la manga. Comí mucho dulce, mucho. La música, el porro, y mi mente ida, adentro de mi, buscando, preguntando.
Una licencia poética en tiempos capitalistas de cumplir compromisos, de llegar a una hora, de
pensar algo, de... nada. Ni andar uno la hace bien, porque se esta ocupado en los detalles
de las cosas, en los segundos que aun están pasando y son maravillosos sensorialmente. El cuerpo está ocupado sintiendo, no tiene ganas de hacer lo que hace siempre.
Estuve feliz. Triste. Indiferente. Preocupado. Menos mal uno con internet tiene información a la carta y se puede uno reír a carcajadas, solo, en un puntico del oriente antioqueño. Me ausente. Volví. Recordé. Sentí, sobre todo eso, sentir que se está aquí, o allí...
"A veces levanto la cabeza y veo la tierra iluminada, fluorescente, echando vida. Y vuelvo y bajo la cabeza."
Es lo único que me animo a escribir por ahí en un papel. Después de tantos viajes en la adolescencia -un poquito más de una década- prometí no escribir mientras los "viajes", porque siempre eran estupideces, tales como: "¡Motilese!".
Un viaje ir al futuro inmediato, y no estando en el presente, y sobre todo, navegando en sensaciones ya aprendidas, pero activadas de nuevo, porque el loco tiene memoria, y aun recuerda que adentro vamos en un viaje, siempre incompleto, en naufragio, pero honesto, batallador, utópico como cualquier viaje de loco que se respete.
A los 28, ni rico, ni pobre. Ni acompañado, ni solo. Ni sobrio, ni demente. En la mitad de todos los
precipicios, estoy. No hay mejor lugar para reír y llorar a carcajadas.
Nos trasladamos
Hace 12 años
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