sábado, 14 de mayo de 2011

Los libros que me he leído en el primer periodo del 2011

Una etiqueta por ponerla, para llevar la cuenta en calendario, pero lo importante leer es lo que provoca en , lo que te hace hacer, a donde te lleva...

Hace un día ventiadito en el Carmen. Seguro ahora llueve. Omaira está abajo sacando el mugre que he hecho en estas vacaciones. Suena Macaco.
Y tengo un montoncitos de libros a mí lado.

Un librito rojo (de Palabras Rodantes, como muchos que voy a reseñar), de Jorge Arias de Greiff (que no conocía) y que escribió sobre
"Julio Garavito, vida y obra".

Si, un libro del señor que sale en los billetes de 20 mil de nuestro país.
Uno ni sabe quienes son sus ilustres que fundaron lo que somos. A demás, si es verdad lo que dice que hicieron.

Garavito, Julio, un científico, matemático, dogmático, pensador, astrónomo, y muy reconocido, colombiano.


En el libro, escrito por un profe de la Universidad Nacional, leerás sobre sus estudios matemáticos, las charlas en el Observatorio, y hasta algunos pensamientos que decía el científico sobre la cotidianidad de Colombia:

Con respeto a la producción de riqueza, consideraba que "se debe circunscribir el nombre de riqueza a la energía que nos viene del sol y que es la causa de la vida y plantas. La riqueza así definida es manantialica, es inagitable, se recibe de manera continua y esa es la razón
de la renta..."
Agregaba Garavito que hay "desperdicio de riqueza al dejar parecer de hambre a cualquier ser vivo y en especial a cualquier ser humano..."
Para él, la miseria a lado de la sobreproducción era un indicador del atraso de la economía.

Garavito como hijo de la regeneración, de la ideología conservadora, se negaba a las ideas innovadoras.

En el primer centenario (que algunos llaman independencia) "el país se hizo la ilusión - dice Jorge Arias-d e que era el mejor del mundo, desde luego que sí para sus clases dominantes. Si alguien sobresale es exaltado hasta el delirio, son ello el exaltador gana imagen. Es una
patria de "reinas" y reinados de una cosa ocurra y por consecuencia ávida de "reyes", que nos manden, y alcaldes "que nos eduquen". Eso ocurrió con Garavito, un tipo sobre saliente, convertido en "oráculo del reino
".

Se negó hasta leer a Einsten. Así era de conservador. El autor se pregunta si no fue, tal vez, culpable, del atraso de las matemáticas en el país?

Bueno, eso era lo que les quería contar. Y les agrego. Garavito tiene un cráter con su nombre en el lado oculto de la luna. Apenas!


Luego, agarre otro libro de tantos que tenia guardados del Metro. Y me encontré con "Café exasperación" de Jesús Botero Restrepo.

El autor nació en el suroeste Antioqueño. Fue empleado público, y poeta.
Una novelita, tejida con varios relatos, o puntos de vistas, de una violencia que existió, y sigue existiendo en Colombia.

Es amena de leer, llena de imágenes, unos textos de largo aliento, llenos de dolores, descripciones, cotidianidades poetizadas.

Algunos apartes, cualquier sensación:

"...y aun se alzaba restos de la humareda, lo que recordaba al pueblo la locura que se había apoderado de él durante cinco años, cinco o quizá seis largos años, insensatos años, y lo inducía a ser muy cauteloso en el disfrute de una paz todavía frágil, en cierto modo colmada de reticencias y de ingenuidades marchitas ya sin posible reversión" ...

"con todo, el oleaje mantenía a flote, sin querer arrojarlas a ninguna playa, las ultimas sobras del naufragio".

Jesús Botero escribe para que te metas a ese pueblo, te enamores y te incomodes con los personajes. Una novelita sobre los segundos después de personajes y lugares penetrados hasta el fondo por la violencia, por el absurdo de los odios, que después se quedan aquí, allí, adentro, en
nosotros, pues, los que quedamos vivos.

"oía el río o lo adivinaba, sentada ahí, al lado del mostrador, sola y silenciosa, con las manos cruzadas sobre el pecho tras haberlas llevado a la cabeza en ademán muy propio que remodelaba con alguna periodicidad la vieja, la imborrable, la insoportable desesperación, y que
era más, infinitamente más que un simple taparse los ojos durante un lapso brevisímo y un mesarse los cabellos acto seguido, porque los dedos en garfio, los dedos sin anillo, los largos dedos blancos de unas manos sin abalorios, dijérasen que una vez más, la milésima, la millonésima vez en los últimos cinco años, trataba de arrebatar valerosamente las lágrimas que se habían instalado en el rostro desde entonces, lágrimas secas, vigentes, imprescriptibles, de hierro colado, de alguna agua fuerte que hubiese sido arrojada hacia cinco años a las mejillas de una blancura de cal igualmente seca y ya casi desertica...."

Yo quiero escribir corto. Lleno de puntos, y hasta comas. De ideas fuertes y compactas. Pero también me encanta esos relatos con imágenes llenas de imágenes, que nunca terminan, como la vida, que esta llena de detalles que unen y forjan estados, ánimos, rostros y olvidos. Por eso me gusto la novelita
"Café exasperación". Deberían leersela. (yo por lo pronto rotare el libro).


Y volví a estirar la mano, y agarre un libro gris, era una selección llamada: "Manos en el fuego" de Jaime Jaramillo Paneso.
El nombre me suena, me sonaba. "Abogado, profesor universitario, escritor, asesor de paz.... "

Igual, leí sus crónica alegremente, rápidamente, donde habla del Medellín de antes, de las serenatas que los enamorados le llevaban a sus princesas, de los que cantaban esas serenatas y nos dejaron repertorios completos para beber y sollozar, de las canciones que tienen nombres de mujeres (hay muchas), del Porro que viene de la porra (el tambor), del Bolero que tiene sabor Cubano, de los pregoneros que andan por la ciudad cantando sus productos y sus ofertas y sus dichos, de un día cualquiera en los avisos de la prensa de Medellín que confirmaba que
"eramos unos patojos desaliñados, unos parroquianos bastante cursis y elementales", también nos habla de Barrio Antioquia y sus lógicas por sus orígenes, de la mitología paisa de que no nos varamos y si nos varamos nos desvaramos y eso nos llevó incluso a formar pueblos:
"Cuando por fin los antioqueños descubrimos que más allá de las montañas y los mapas existía el mundo porque tuvimos televisión, radio y
transporte aéreo, también descubrimos que habíamos agotado la visión endogámica".


Termina la recopilación, recordando la Navidad, y claro, un poema largo a la pelota (la #5), a la que nos mantiene entretenidos y ocupados.



Ya, no sé en qué día y a qué horas, cogí el libro blanco de María Eastman,

y leí cuentitos, que obvio, no sabia que existían, pero que por medio de "El Conejo Viajador", de los cuentos con moralejas y moralinas, pensé en los eruditos, en los viajeros, en los vanidosos y demás conejos y hombres que se le parezcan, que me he encontrado, que quiero y que soy.

Habrá que leer cuentos infantiles más allá de Rafael Pombo. Y los debe haber.


Hasta aquí esta tanda de libros que me he leído. Como ven, por ahora solo son autores y sus recopiliaciones que ha hecho el metro.
Luego, vendrán libros de todo tipo. Igual, no he leído a ninguno, y así van llegando textos que me salvan, o que me aburren, sin ninguna lógica o búsqueda, sin ningún camino que la sorpresa y la casualidad.

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