Luego, por las manos de la que había escrito en la pared (que ya no era una amiga sino una compañera de viaje,) me llegaron algunos libros de andrecito. “Qué Viva La música”, con un sabor increíble, lleno de amor por la música, por el rock, por caminar en el campo, por Cali, por la salsa, por el amor... todas las cosas, que yo, 30 años después hacia al sur de Antioquia, en un pueblo al que le llega la brisa del pacifico a la misma hora que a Cali le llega, y que es vigilada, como Cali, por los Farallones imponentes y místicos. “Destinitos fatales”, unos cuentos y vainas inconclusas, "Angelitos Empantanados", y "Noche Sin Fortuna", en tiempos cuando yo tenia mi Angelita, a la que llamaba (gritaba) y me tenia loco, y con la cual tenia una carrera como la tuvo Caicedo, vivir y morir joven, dejar algunos buenos amigos, si se podía, y ya.
Hoy, que me leo sus cartas y diarios, uno de los últimos libros que han podido sacar de él un man que se mató a los 25 pero que le daba a la tecla como tartamudo con ganas de comunicarse, hoy, que yo ya no me maté a los 25 como Caicedo o Cobain, ni a los 27 como Morrison, y no creo que a los 29 como Silva, y que ya no hay Angelita (la maté), y que ya no hay caminadas llenas de tristezas rumbo al valle de los hongo, y que ya camine Cali, y vi esquinas que leí, y sentí escenas que me emocionaron antes, y busque a Caicedo en cada caleño que reía en la fresca tarde de cualquier día, y por suerte he visto audiovisuales que hizó e hicieron en su tiempo y otro en su homenaje, y otro, y otro, y he leído artículos de revistas y entrevistas fragmentadas en programas de TV o internet, y sigo buscando libros que gente como Romero o como Fuguet, aun siguen sacando obra de cada manuscrito, y que escuché a Fito Paez gritar que estaba feliz de estar en la tierra de Caicedo (30 años más tarde y en Bogotá), y que podíamos (como en el muro de mi antigua amiga) seguir acumilando frases lindas de las cartas de Caicedo:
Aun el mundo no me quiere, pero yo ya no soy un niño, y ya he crecido, y aun no tengo obra, y tengo menos amigo que ayer. Pero aun, Andrés Caicedo me inspira, para escribir, para tartamudear, para ver cine, para caminar, para inventarme amigos, para creer en el amor, para buscar en la música el aliento y la fuerza que necesito.
Hay que leer a Vallejo, prestar los libros de Andrés, hablar de él a otros adoloridos de vivir en este mundo, para que los salvé, como lo hecho con muchos.
Gracias Andrés, aquí estamos, escribiendo poemas en un mundo de mierda.
2 comentarios:
Usted no hace sino humillar, rotelo!!!
jaja, apoyo: rótelo!
es genial cuando los escritores, con sus letras, lo hacen a uno vivir un lugar, en mi caso he imaginado Francia de una manera que, seguramente, si algún día voy, la torre no será su atractivo principal para mí.
Abrazotes, y bueno, a mi me caes lo más de bien, y yo formo parte del mundo, creo :)
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