Hoy, en un día frío donde estuve al frente de una pantalla casi todas las horas, salí en la tarde a mirar el atardecer.
Estar pendiente para ver las luces de la calle encenderse, caminar mientras la luz cambia a cada paso, sentir el frío de las casi seis de la tarde, es ese placer de presenciar la puesta de sol, pero más que eso, es el instante exacto donde no es día pero tampoco noche.
Recuerdo que desde niño trataba de estar en el quicio de la puerta, o en las escaleras de la cancha, o desde la ventana del colegio, en en una maga comiendo mangos, siempre buscando presenciar el atardecer y la anochecida.
Siempre pensaba muchas cosas, sobre todo en el futuro, en los días que me faltaban por vivir. La noche llegaba, y uno tranquilamente se ponía de píe y caminaba hacia la casa, o para el transporte que te lleva a algún lugar donde pasar la noche, la oscura noche.
Nos trasladamos
Hace 12 años
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