Hoy, un lunes de levantarme pensando en la cita de las 9am. Hoy que no alcance a escuchar mi celular, y sonó en la otra habitación y mi hermano salio con esa cara pálida, con cara de noticia de muerte, y dijo cuando paso junto a mi “ah, cómo así, que pesar”, y se paro en la puerta de la casa.
Hoy, que se mató en una moto un muchacho del barrio donde crecí. Los amigos le decían Daniel “Cantina”. Se fue de esta vida con su novia o amiga, y yo cogí mi moto y baje unas cuadras y entre a donde los científicos de la muerte.
Mientras Andrés, uno de los duros de Skudmart me ayudaba a encontrar invitados para el próximo de tema del programa, hablábamos de la muerte tranquilamente, viéndola en contactos desde la antropología hasta el ritual del entierro y cenizas, pero no se me desaparecía la sensación de acelere que tenia cuando mi hermano que se había matado ese pelado.
Mientras me mostraban un rostro antes y después, y hablábamos de la familia al ver los muertos, yo pensaba que nunca me gusta ver muertos, y hoy vi a un “héroe” la patria destruido por la bala cercana otro héroe, y vi una foto después que estos nuevos héroes, cientificos de la tanatoquimica le reconstruyeron su cara para que su mujer que el día anterior se había metido un tiro al verlo semidestruido y se había salvado lo viera entero, digno.
Pienso mucho en mi muerte. No como una cosa planeada, sino la ida, mi existencia, el dolor de la muerte, que no quiero entierros, que soy un enamorado de la vida, pero que este cuerpo con el que venimos equipados se acaba, lo desgastamos, se muere.
El rito de la muerte, gracias a estos locos que inventan químicos y técnicas cada vez mejores para que uno muerto parezca un ángel y no un pobre hombre (o mujer), seguro que mi familia, o si la vida me deja lo pago yo, será un evento tranquilo, necesario, pero de sonrisa y sin molestias terrenales que dañen el alito que dejan los besos de la despedida.
Nos trasladamos
Hace 12 años
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