Por alguna razón, o por varias, en el transcurso del día pensé en tomar fotos, en los aparatos que he tenido para eternizar los instantes.
Hoy, se me vino a la mente la AE-1 Program, mi cámara análoga Canon que tuve en la Universidad.
“Mi papá la empeño”, le contaba a Vivi (un amiga) mientras caminábamos en la U. Y creo que alguna vez conté la anécdota en este blog.
Las primeras fotos que dispare fueron de flores que encuadraba en el centro, con un foco perfecto, pero en la mitad. Siempre me tuve que sentar para poner el rollo. Siempre me gusto buscar foco. Siempre me gusto cambiar de lente.
Y no me disgustaba hacer tres tomas de la misma fotos. Ni tampoco limpiar el lente. O respirar antes de tomar la foto. O de mirar con los antes que con el visor.
Coger una cámara fue una experiencia que viví tarde, pero que es como aprender a montar bicicleta: Muchos problemas para aprender, pero ya aprendido, es un vicio que es difícil de olvidar.
La cámara nunca fue sacada de la “Peña”, y a mi me tocó ver que los otros hicieran foco y cambiaran el lente. Aun, creo, el Teleobjetivo de 30 a 200 esta en los armarios de mi casa del pueblo.
Lo buscaré, o por lo menos, comprare un par de rollos, de color y blanco y negro, y le digo a Ana María que me preste su querida cámara, y salgo y enfoco perfecto objetos centrales, o diagonales y paralelas con puntos de fuga infinitos. Eso haré, algún día.
Nos trasladamos
Hace 12 años
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