Hoy, y ayer, y en este instante que escribo, en esta casa , hemos estado jugando Wii.
Me duelen los brazos, y el hombro, y hasta la espalda de tanto jugar.
Tanto batazo. Mucho swing. Mucho carrito y muchas pistas. Mucha bala. Como en los viejos tiempos que jugábamos con el 2600, y con los Ataris, y con el Nintendo, y en fin.
Rescatar juntos. Pasarse el control de pista en pista. Reírse de las burradas del hermano, gritar que no sabe, que le voy a ganar, que soy el mejor!
Y este mejor, en el test que tiene la peli de “Sports” que vino con el Wii de Samuel (El sobrino), dice que soy un cucho de 65 años. Pura experiencia. Nada de resistencia ni glamour.
Muchas pelotas tiradas, muchos golpes lanzados al aire, y claro, muchas quejas: “Este control no me hace caso”. Nada diferente a cuando el control era cuadrado y yo me enredada apretando el A ó el B. En aquel día que me dieron la oportunidad, una vidita en Mario Bros. Ese día perdí la vida que me dieron al no saltar cuando la primera tortuga se me acerco: “¡Una gueva! Pasemelo”.
Lo mismo hoy.
Seguro no habríamos dejado trapea a mamá jugando tenis, o golf, o balas, o cualquier película buenísima que desconozco, porque este Wii lo disfrutaremos hoy y mañana, y lo devolvemos. Y nada, no quedaremos con tres canales en la TV, y con nuestro sedentarismo habitual.
Nos trasladamos
Hace 12 años
1 comentario:
Hola!!! debe ser muy debio ser muy divertido jugar WII en aquellos años!! saludos desde el 2020!
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