Nos bajemos del taxi al frente de la iglesia donde le dieron la ultima misa al cuerpo de mí tía, y pasamos la calle húmeda, y mientras saludaba me iba temperando, iba pensando que en esa casa blanca me encontraría con muchos miedo de frente.
Hoy, entre a grabar una funeraria, y me mostraron la muerte en la morgue por ahí derecho.
Solo ver los cajones especialmente iluminados me llevo a recordar los entierros donde los “Parceros” del barrio le daban con la mano abierta al cajón negro del amigo que había muerto. O el velorio de Cepillo (un desconocido), que fui a ver porque andaba con mi tío por allá en los lejanos 90´s de Belén San Bernardo. O del cajón en la camilla que sonaba en el adoquinado del pueblo cuando llevaban a María (mi abuela) a la iglesia de ciudad bolívar. O el cajón estacionado de mi tía en la sala de velación. O los cajones del municipio que vi filados cuando las matanzas o las ejecuciones uno a uno de los “Paras” en el pueblo.
No he visto tantos ataúdes como para compensar el numero de muertos que he visto en la vida.
Detesto las funerarias, porque son sinónimo de muerte, de morado, de dolor, de enterrada. Pero esta era diferente, más blanca y menos olorosa.
Al entrar en el “Laboratorio” de Funeraria San Vicente, detrás de Camilo (el entrevistado), a la izquierda de la gigantesca morgue vi a un señor destapado en la mitad con muchas cosas salidas, y dos jóvenes sonrientes trabajando al rededor de la camilla que donde estaba el señor muerto. A mi derecha, más cerca, vi a un señor con los ojos cerrados, las manos juntas en el pecho teniendo una rosa.
Un accidentado en la mitad del proceso y un “indigente” ya arreglado fue donde me llevo de primerazo el invitado, y de una recordé, a flashasos rojos, los muertos en la morgue que he visto. Que en la vida fueron pocos. Solo los que alcance a ver por la ventana de la morgue del pueblo. Me hacían “pata de gallina” y me trepaba por unos pocos segundos a la perciana del cementerio, y al fondo en el mesón blanco veía a alguien abierto. Los vi morados, rojos, verdes. Y eso que no vi muchos.
Mucha mosca. Un olor fuerte en el ambiente. Mucho chismoceo. Mucha gente. Mucha lagrima. Mucha tristeza. Mucha muerte.
Mi papá me contó solo una vez la muerte de mi tío “Millan”. Ese día entendí que uno se muere, que uno se lo llevan. Las muertes de mis abuelas, a pesar que era una noticia esperada, siempre me recordó que uno se va también con los años.
Y la muerte y matada de mi tía y primo, me han gritado que uno se va sin querer.
Esas partidas, y la muertes por montones en la calle, y las tarde enteras afuera en la morgue esperando un chisme, y mi mamá contando al almuerzo que hoy le tocó practica en la Morgue, me han hecho siempre mirar la muerte de frente, sin cámandula, sin suavizar.
Por eso me empeñe en hacer este programa de "tecnologia para la muerte". Como una deuda que tenia con mis viceras de vivo. Y con las ganas de contar el negocio (o pasión) de la muerte, en el país que me toco vivir, que es uno de los más violentos del mundo.
Somos los mejores en matar y morir. También somos los mejores en preparar(nos) para el ultimo ritual de la vida.
Nos trasladamos
Hace 12 años
4 comentarios:
Aquí parece muy común -sea por la mirada acostumbrada o sea por la cantidad de "materia prima" que genera este país para las funerarias- pero Medellín es una de las ciudades del mundo que ofrece más servicios exequiales.
Muy buen artículo; se nota que también te salió de las vísceras.
ABCamilo
El otro día que pasábamos por la funeraria queda cerca a la oficina pensé que no me gustan los funerales. Porque se suavisa, porque es un chismociadero, porque la gente llora a gritos. Las pocas pero intensas muertes que he tenido cerca, me hacen pensar que ya son menos los que quedan por morirse. Serán menos lagrimas para esta parece ser larga vida. Sin embargo, los rituales de la muerte, se que son necesarios para el duelo. Y el trabajo nocturno de estos hombres tan necesarios como los médicos que reciben a los bebes a la vida.
interesante tu reporte!
y ver como se mueve y los procesos de una funeraria....
Vivo en Barcelona (España). Ayer, nada más salir de casa, vi pasar una ambulancia fúnebre. Son ambulancias con capacidad para cuatro cadáveres. Van en busca de muertos. tanto en domicilios particulares como en hospitales. Lo curioso es que 9 horas después, cuando regresé del trabajo y ya estaba llegando a casa, vi otra ambulancia fúnebre pasando por delante de la puerta de mi casa. Para mí, eso sí es tener mala suerte. Jaja. Me llama mucho la atención que en Guatemala están los denominados "calaqueros", que van en busca de muertos (sobre todo por homicidio). Ofrecen servicios baratos a los familiares del difunto. Trabajan de manera ilegal. Y lo más repugnante: "preparan" al difunto en un sucio y grasiento taller mecánico de "coches" ("carros", como dicen en América Latina). Por desgracia, en el centro de Barcelona (España) he visto pasar muchas ambulancias fúnebres y muchos carros fúnebres. Incluso camillas fúnebres transportando un muerto tapado con una sábana blanca y bien atado con correas. Quizá para que el muerto no se escape. Jaja.
Publicar un comentario