Hoy, si en gmail no escampa, afuera menos.
Mientras comíamos en la mesa de Punto Link, el cielo soltaba un aguacero durísimo.
Cuando estaba más joven, y no tenía que llegar a ningún lado, y no tenía que cumplir horarios, me soyaba la lluvia, me metía a los chorros, y llegaba a casa feliz. Cuando comencé a trabajar, comencé a pensar cuando caía agua, en los sin casa, en los desamparados, a los trabajadores de calle.
Y en estos meses y años llenos de agua en una ciudad que me vendieron como de eterna primavera, me dan ganas de correr por la mitad de la calle o sentare a pensar mientras veo golpear las gotas contra el piso. A veces me dan ganas, pero la verdad, aprendí a aguantarme.
Nos trasladamos
Hace 12 años
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