En la granja del Colegio Colombo Francés, en una mañana donde vi un tipo de educación, de ambiente, de profesores con una idea de enseñar tal, que me dio envidia de los niños que en su inocencia cantaban en francés o iban para clase de pintura, o podían coger un conejo.
Hoy, mientras trataba de hacer foco al niño acariciando al Bugs Bunny, pensaba en la niñez, en las mascotas.
Claro que recordé a “Neruda”. Una conejita, luego una conejota, blanca, que tuve cuando vivía en San Javier. No tengo recuerdos de manchas, o de ojos, lo que recuerdo es que le daban una locuras, y en el patio se ponía a dar vueltas, golpeando todo.
Desde los días de los conejos en los sombreros de los magos, y los conejos en la TV, me comenzaron a gustar esas animalitos peludos, que saltaban para caminar.
Me gusta acariciarlos, sentir el jalón de sus dientes en la zanahoria, su respiración, el corazón a toda maquina, la nariz en constante búsqueda.
Quiero tener una conejera. Pero no en una jaula, sino al aire libre. Las mismas hectareas dispuestas para las vacas, pero en vez de eso, puros “Nerudas y Nerudos” de todos los colores.
Ese día seré muy feliz.
Nos trasladamos
Hace 12 años
1 comentario:
Hoy descubrí que los conejos de la conejera de mi abuelo no se escapaban sino que se los comían. Yo también quiero una conejera. En vez de ser ganadera, podemos ser conejeros. Podemos ser socios! :) Quiero un conejo tambien.
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