En un día de sol, y de fiesta. Decidimos viajar, coger camino. Y como los caminos tienen semáforos, esquinas, e interrupciones, aprovechamos para comprar dos bolsitas “de eso que tiene dulce por dentro”, en el derrumbe que esta subiendo para santa Elena.
Hoy, Panderos dulces en bolsitas de mil, comprados y comidos mientras daban paso en la falla geológica que te dice: “Bienvenido a Santa Elena”.
Claro que recordé el polvo del derrumbe, y los bolsillos vacíos para comprar cualquier cosa.
O cuando viajaba para Betulia, que en Concordia comprábamos “cosas dulces” a los vendedores que se subían con sus bandejas.
O la mano estirada de mi tío cuando era taxista, o de mi papá sacando los billetes para darle al niño “eso que le gusta tanto”.
Panderos con guayaba por dentro comidos mientras el viento entra por la ventana, o mientras el chófer del bus le pone más volumen a la radio, o mientras el cielo azul y las cuervas, se me pasaron por la mente. Hoy me llene de imagenes y sabores rápidos, secos y dulces, como los panderos de peaje o de derrumbe.
Nos trasladamos
Hace 12 años
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