En la moto, con el rayo del sol tenue de las 5pm que nos daba en la cara, iba escuchándole las historias a mi mamá sobre manejar, hasta que llegamos al fin de la Urbanización “El Alferez”.
Hoy, en donde siempre compramos, en donde “Tomas” y las señoras “zarcas” que venden empanadas y helados, compramos 4000 pesos. 2000 de empanadas que nos la comimos en una sentada, y las otras 2000 que las llevamos para la casa.
Mi mamá también vendió empanadas. En la acere de mi casa, y en la tienda de “Lelis”. Hasta que un día, una “Bedoya” dice ella, le robo lo que había vendido, mientras fue a la cocina por algo.
“¡Hastahí! Dije no más, y no volví a mantequiar” Dijo mamá mientras se comía una empanada de de donde “Tomas”, quien no las hace pero les da el punto en el fogón.
Eran a 50 pesos. Ricas como todo lo de mi madre. Pero eso no dejaba. Había que sacar la plata de lo que valía los ingredientes, y partir con la que le ayudaba.
Después de esos días, le vine a probar una empanada a mi mamá, cuando le dimos los ingredientes, e hizo unas grandotas todas grasosas, de lo mejor.
Por eso cuando veo las manos amasar y rellenar, y juntar y fritar, veo a mujeres como mi madre que salen con su perol y las ilusiones a realizar 5000 pesitos para ayudar en la casa. Veo a mujeres, jóvenes y no tan jóvenes, luchando para ganarse sus areticas, sus cigarrillitos, o su loción, o el mecato para despachar a los muchachos todos los dias.
En cada esquina miro si alguien tiene un perol encendido y unas empanas calientes. En los días frío, en los de hambre y poco tiempo, en los de no cocinar, en los de locha.
En fin, la empanada, desde siempre ha sido un desembale, tanto para comer como para trabajar.
Nos trasladamos
Hace 12 años
2 comentarios:
Listo David, ya me di de alta. Muchas gracias por contactarme.
Un saludo, y nos seguimos leyendo.
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