Y si no me gusta buscar casa, menos pasarla.
Es una mamera. Cansa, estresa, incomoda.
Pero si, todo debe caber en una caja, en una bolsa, en las dos manos.
Y todo queda vacío. Como cuando llegaste, solo que cada pieza, cada cajita, cada rincón que remuevas te sorprende con mil recuerdos, con lágrimas, con grandes sonrisas.
En mi casa hay pepelitos por todos lados que dicen diez mil cosas que ya hice (y deje de hacer), y que por supuesto se me habían olvidado.
Mi habitación, que compartí con alguien, pero que también fue mía, pero más de la otra persona. Y bueno, con el tiempo tomo forma mía, casi. Ese desorden ordenado tan mío. Esos espacios vacíos que hacen de muebles y de decoración que tanto me jacto.
Pues si, lo fui desarmando todo. Cajitas, bolsas negras de basura. Mucho polvo, la pelota que se había perdido, la postal o el dibujo que ya quise olvidar.
Nos demoramos como 3 días en pasarnos. Empacar es un trabajo agotador, inacabable.
Pasamos lo poco que tenemos en un taxi. En el “amarillo” que mi hermano manejaba hasta que nos pasamos de casa.
Lo llenamos hasta donde se pudo.
Subir y bajar. Empacar y reempacar. Y eso que no tenemos nada. Dos viajes. Uno el sábado, y otro el domingo. Ya teníamos la casa partida, la vida en pedazos. Otra vez a subir y bajar. Vaciar el taxi que hacía poco habíamos llenado.
Luego, con despacio, se va tirando todo por ahí, se compra una gaseosa, y se va tomando de nuevo aire. Nuevo aire, que tanto yo pedía.
Igual la casa aun estaba vacía. Un aseo general, mas o menos dedicado, con mucho cariño, (yo, sin alegar mucho), y Anita, que con amor (como todos los que se apuntan alguna vez a pasarlo a uno) limpio los nidos de las cucarachas de la cocina, también el baño, y tantas cosas. Limpio quedo casi todo.
Ahí íbamos, con despacio.
Ya el domingo, todo el día empacando, terminado de embolsar. Era el trasteo real. Ya venía el camión y ya estaba cansado. Faltaba subir y bajar, montar, empacar, viajar, subir y bajar (mil veces) y desempacar. UHF!!
Tenía que caber todo, tenía. El chófer hacia que no, y nosotros que si. Hasta la nevera cupo.
Y así nos fuimos. No del todo, aun quedaba un parcero, y cosas de una parcera. Pero ya estábamos cambiando de dirección, de teléfono, de barrio, de habitaciones.
Mientras veía desde mi moto el trasteo, mis cosas, iba pensando en millones de veces que me he pasado, que he dejado tantas cosas atrás. No digo que lloré, no, pero si estaba nostálgico, sensible.
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Pasar los “chiros” mientras los vecinos miran quien va llegando, mientras los vecinos del edificio te saludan por primera vez, y te van diciendo de una que tiene de malo la casa donde vas a vivir: “Espantan”. “Hay un ruido impresionante los fines de semana”
Mi voz y mi ánimo hasta la fecha siguen empeorando. Ya los días me sorprenden cuando llegan, y me asustan cuando me doy cuenta que ya han pasado.
4 comentarios:
Las trasteadas siempre son un enredo, pero al final d cuentas vale la pena. Lo que si suena difícil es la vida sin internet en casa... pero bueno, lo digo yo que todavía no tengo nevera :P
bueno despùes de trasteos, de reacomodar cosas, vida y amores, de muchas veces decir pilas pues!!!!
ya es hora de ke te lo digan a vos!
pilas pues!!!
abrazos
se le kiere
A me gustó tu historia, yo tambien me he trastiado y ese es un royo , la empaca y la desempacada son horripilantes, no sé com será la dormida sola en mi casa, la primer vez...uff de pensarlo me muero del susto, pero bueno, hotel mamá no pude ser forever. Me gustó todo, las fotos , el video, ya les contaré, gracia spor compartir tu experiencia.
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