Yo, Juan David Escobar, que tengo como únicas labores: el incomodar, el preguntar y, por supuesto, el meterme en lo que no me importa. Que me da rabia y provoco. Estorbo. Y pienso. Y nada más.
Y tal vez paro. Espero. Aguanto.
Y paro cuando no entiendo. Cuando al otro lado me dicen que se acabo, ¿acabo qué? Para acabar es necesario iniciar.
Porque decirme que no entiendo, que no te entiendo en una discusión en donde estoy metido hasta los tuétanos: en hacer imágenes en movimiento. ¡Qué tal!
Yo no discuto semántica, ni lingüística, ni mis textos contra los tuyos. Ahí siempre pierdo. Yo hago imágenes. Yo no escribo. Hablar desde la posición de críticos, desde la posición de la ilusión, hasta donde alcancen las palabras, hasta donde las habilidades literarias permitan llegar; esos “polvos” metales, son muy fáciles, y muy divertidos y obligatorios. Y yo no quiero eso, a demás ni lo sé hacer.
Para llegar a cualquier entereza hay que ser lo que se es. Enorgullecerse de sus limitaciones. No pensar en la fama, es mejor ser una estrella sin darse cuenta. No hablar, hacer.
Yo propongo una vaina ¿Qué quieres hacer en video? ¿Decime un video clip ideal? Y te lo hago.
¿La plata? ¿Cuánto se tiene? ¿Hay límites con ese detalle, tenemos problemas para ser Simon brand o quien más…U Oscar Azula? …¿el problema es el dinero?
Porque eso también entiendo (o tal vez no) de tus imaginarios, esos sueños son los sueños de una generación (la nuestra) de imaginarnos en otros lados, en colores de otras partes, sacar emociones propias de un video que vi, de una imagen que recuerdo. De las rayas estéticas y vitales que nos provoco crecer viendo a Robocop o Rambo, y al mismo tiempo, la muerte del mejor parcero en vivo y en directo en la esquina de la cuadra. Es un viaje hacia otro lado, menos aquí, menos a un espejo y un ambiente parecido a nosotros mismos.
Eso quiero discutir. Lo otro, ya se discutió, o se lleva años en el mismo punto. Ahora, toca entrar en acción.
Yo por ejemplo, hago todos los días los sueños que tengo en las noches. Los sueños y las pesadillas las vomito en imágenes asépticas, filtradas para que lleguen a la gente. Los límites de mis “artistadas” son los límites míos. Si tengo una cámara de cine y un luminotécnico, y una “chimba”, y una bañera, un tráiler lleno de cosas más, yo hago lo que quieras. Hasta llego a esos sueños tuyos. Lo que te imagines, del color que te imagines. Por ahora me fascinan los sueños míos, los que hago ahora mismo.
No se puede esperar la fama y a la vez la entereza, porque ambas se empujan. Son torpes y enemigas. Una es silencio y la otra algarabía.
Estoy convencido que el mundo está cambiando para nuestros intereses, para darle espacio a nuestra ideas, a nuestras imágenes y ritmos. Los astros están a punto de confluir. No sé cuando, tal vez en unos años, en una década. Tal vez sea nuestros nietos (¿nietos?) los que entiendan y respeten nuestros trabajos. Tal vez MTV los pase como especial de la semana. Lo que pasa, es que por ahora, no pasa nada, no tenemos respuesta instantánea. Y eso desespera.
Entonces, comenzamos a acomodarnos, a acomodar nuestras palabras, a ofender a los enemigos y a la vez tratándolos de convencer, a soñar con los flashes siendo una banda de culto. A olvidar los vómitos de quienes les hacen el video, les ponen imágenes a sus videos. Tal vez (y hablo por mí, y no por Punto Link) que vamos por rumbos diferentes, queriendo ver otros horizontes. Imaginándonos cosas opuestas. O las mismas, pero añorando diferentes triunfos.
Eso no es ni malo ni bueno, ni contradictorio. Me gusta, lo necesito. Pero me da rabia que venga de Juan Suarez, en donde la acción ha estado algo escasa, y muchas veces con falta de asistencia.
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