sábado, 4 de octubre de 2008

Soy un obrero empresario, o eso creo.

Nací en un pueblo, que es casi la esquina suroeste de Antioquia, un departamento que es una esquina de Colombia, siendo Colombia la esquina superior de Sudamérica. Y Sudamérica el culo del mundo.

Vamos!

Abrí los ojos en el seno de una familia humilde.

Viví rodeado de perdedores, ladrones, drogadictos, amas de casa, forasteros, jornaleros, niños y jóvenes comunes y corrientes; o sea, sin futuro.

Todos, grandes y chicos, igual o más pobres y humildes que nosotros, que yo, que mí familia que en últimas es lo único que soy.

Trabajaba con mi papá los fines de semana. Aprendí como se levantaba pa´la comida. Entendí que el mundo es solo dinero, y que el dinero no era lo mío.

Lo mío eran otras cosas, que a la fecha, en pleno año 2008 aun no se cuales, pero mi cabeza, mi forma de hacer y decir las vainas, mi ridícula forma de estar en este mundo me indican que yo debía hacer algo diferente a vender tomates.

Mi papá me decía que yo parecía bobo. Pues que me daba pena gritar, y ofertar, y decir: “a la orden, a la orden. ¡Oiga pueblo sufridor y aguantador de hambre! ¡¡¡Hablo con aquellos que quieren llevar barato!!!”

No! el niño Juan David le pedía su papá que lo dejara trabajar laboriosamente en los quehaceres donde no se tuviera contacto con el mundo, con la gente. Me sentaba al lado de un bulto de zanahorias/papas/cebollas/habichuelas y hacia bolsita que la vendíamos a 200 y 300 pesos, todo esto mientras escuchaba radio, o Alirio, mi papá, le vendía 10 mil pesos a una persona que venia a comprar mil pesos de legumbres.

Nací en una familia humilde, estrato UNO, o más bien tirando a CERO. Pero cuando nací yo, a mi papá le iba muy bien, vendía legumbres en Ciudad Bolívar y el Chocó, me daba regalos cada domingo. Eran tiempos muy felices, supongo porque mi memoria no da para tanto.

Luego nació mi hermanito, Jorge Andrés, más desnutrido y enfermo que un putas, y fuimos pobres de esa época hasta ahora.

Vi a papá trabajar recogiendo basuras, haciendo adoquines, vendiendo tomates, cogiendo café. Lo vi andarse la plaza mayorista y comparar medio camión de mercancías. Viaje con él sentados en los bultos de papa y de almohada las cebollas de rama. Lo vi jugar billar y cartas. Lo acompañe a ver fútbol y a tomar tinto. Lo vi hacer reír a la gente toda una tarde. Él me decía que debía ser un buen cristiano, una persona de bien.

Vi a mi mamá caminarse Medellín con su pobre niño enfermo de hospital en hospital, sin un peso ni para una gaseosa, y de arrimados en casa de amigos. Vi que la humillaran, que paliara, que huyera y regresara con mucha fuerza. La vi hacer morcilla, lavar ropa, hacer aseo general, vender empanadas, tamales y “algos”. La vi embarazada nuevamente. La vi estudiando en la nocturna, La vi levantarse a las 4am para dejar listo la casa a las 6am e irse a estudiar para enfermera. La ví graduarse, la ví trabajar y atender a “paracos” y a “guerros”. Ella me decía que saliera adelante.

Esas son mis dos influencias en la vida. Definitivamente estaba destinado a ser un obrero, hecho a punta de sacrificio. Y bueno, no lo he hecho nada mal.

Me vi estudiar en una escuela donde no se “tenia” que ir de uniforme. Me vi trabajar los sábados y domingos limpiando los tomates o haciendo paquetes de legumbres. No me ví viendo caricaturas los fines de semana, ni ir a paseos de los deportes que practicaba. Alguna vez me vi repartiendo papelitos por debajo de las puertas, y vender una bulto de mangos. Luego, me ví jugar y jugar. Me vi leer y leer. Despuecito, trabajar en las mismas benditas legumbres para tomar vino y pepas. Después me vi graduarme del colegio, y no me vi en la excursión. Me ví gritando en la popular sur del estadio, y también estudiar ingles en un instituto de garaje. Me ví vagar por un año. Me vi beber y beber. Luego me vi estudiando en Medellín dizque televisión, y también me vi pasear por esta ciudad-pueblo. Me vi dormir y no dormir. Me vi trabajar en la madrugada digitando en una mensajeria. Me vi haciendo planos de las redes de gas que se iban instalando en los barrios del valle de aburra, me vi revisar y aprobar estas mismas redes. Me vi trabajar como editor y vivir como vendedor ambulante. Me ví hacer videos todos los días,

y hasta ahora sigo viendo y trabajando para vivir del audiovisual, de la ciudad, de lo que he hecho y he dejado de hacer.

En donde he trabajado me han odiado y querido un poquito por ser Juan David Escobar Álvarez. Así, relajado y camellador, vendedor de tomates e intelectual. Obrero y mandón.

Mientras iba trabajando en tantos lados, e ido aportando granitos a una empresa, a un proyecto de vida llamado Punto Link.

No ha sido nada fácil mantenerme, seguir adelante, ser buena persona y menos un buen cristiano. Y lo debo reconocer, muchas veces no he querido serlo. Me forme y vivo de milagro. Hago y soy lo que no debo hacer y ser. Pero que va! Ya cambie el guión. Es más, creo firmemente que no existe destino, solo existe un final, y que ese final puede ser escrito por uno mismo. Ni por un Dios ni una persona especifica, ni un partido político ni por una suerte de golpe. Nada! El poder de uno.

He hecho lo que me ha dado la gana. ¡Si! Mi papá me decía que si quería me podía ir a casa a ver caricaturas, que escogiera, ¿trabajar o vagar? Y obvio, escogí camellar, ahí es donde una se forma, donde se gana para vivir, y se vive para ganar. En el trabajo esta lo peor y lo mejor. A mi familia nos toco lo peor y lo aceptamos con resignación, con dignidad. Pero, por otro lado, como mi mamá, también tenemos derecho a cambiar, a reversar, a entender y aceptar y a mismo tiempo, luchando. Aprender y estudiar es una formula para salir del hoyo. El trabajo no se contradice con el aprender ni el mejorar. Se puede ir para adelante.

Soy obrero porque puedo hacer, pero siendo obrero me he preparado toda la vida para decir, para opinar.

Soy líder (mandón) porque puedo pensar y dirigir, pero siendo el jefe también puedo ensuciarme, obedecer, ser humilde.

Estoy hecho con todas las esencias. He estudiado donde y como me ha dado la gana. Como los grandes intelectuales. Mi mamá y mi papá me preguntaron: “¿Para qué sirve Producción de Televisión? Y yo les respondí que no tenia ni idea, pero lo quería hacer.” Siempre me han respaldado.

Esta semana, en la fiesta del libro de Medellín, escuchen decir a Fabio Rubiano, que la diferencia entre la realidad y la ficción, es que uno es azarosa, y la otra también, pero depende del autor. Que escoger hacer ficción, escribir dramaturgia, inventar historias, es escoger quien ser, modificar la formula, ser creador, ser dios, ser un golpe de suerte.

La realidad es una historia que nos hemos querido creer.

La fantasía es solo una realidad más.

Escogí el audiovisual como lugar de protección, de comodidad. Desde esta vista se puede saber las verdades de la realidad y las mentiras de la fantasía. El mismo Fabio Rubiano continuaba. “La actriz que interpreta a una señora que llora a su esposo, antes de salir a escena esta fumando y riendo con sus amigos de obra, y sale y nosotros le creemos.” Y esa ficción esta basada en una realidad que ya hemos visto “Una señora que llora tristemente el ataúd de su esposo muerto” Pero todos desconocemos si en la ultima cena de la pareja, la esposa no le daría el plato envenenado al esposo.

Hay una línea delgada entre la ficción y la realidad. Yo ando de una a otra como Pedro por su casa. Por eso hago videos y audios, por eso cuento historias: para ver que hay detrás del telón, y eso, como dice Rubiano: “Eso me hace feliz”.

Soy un obrero que anda entre las mentiras y las realidades, soy un empresario que vive de contar historias creíbles.

Y entonces,

¿Cómo sigue la historia?

Ni idea. A veces quiero desistir de escribir un guión que nadie comprende ni respalda, pero es la única solución que tengo para seguir vivo todos los días.

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