viernes, 1 de enero de 2010

Las 12

Después de escribir el post bajo el sopor de la sala de la casa de mis padres, en silencio empaque la ropa en mi bolso, y no le dije a nadie, y arranque para Medellín. Ciento y punta de kilómetros, para poder encontrar la tranquilidad.

A la casa no le cabe un lujo más, estamos todos vivos (y naciendo), tenemos trabajo, estamos juntos, y nada, todo es un problema, y el ambiente en pleno 31 es maluquisimo. Tal vez no hace falta bultos de dinero, para ser felices.

Fue lo que masomenos le escribí a mi mamá entre lagrimas, ya sentado en mi sala fresca (hasta fría) de Medellín. No sé si le llegó, el celular es raro (aun no lo entiendo del todo). Pero no importa.
Los deje solitos, como siempre. Y como siempre pasarán bueno. Pensé secándome las lagrimas.

Me compre una botella de vino, cuando salí a caminar, y luego espere que diera la media noche. Por primera vez no escucharía “Faltan 5 para las 12”, ni y iba a correr a abrazar a mi mamá....



No me asome a la ventana, no quería ver gente abrazándose. Sonaba muy bueno la pólvora, pero me quede en la tranquilidad solitaria que busque.
Mientras en Internet se celebraba el año nuevo, yo intentaba llamar. Después de media hora me entro la llamada a una de las partes, y en 46 segundos, nos dimos el feliz año. Como siempre: “La virgen lo acompañe”. Como siempre me regaño. Como siempre, le dije que tenia un hijo raro. Como siempre no escuchó.

No somos felices. No lo vamos a estar.
Hay que insistir otras formulas.

Pero bueno, pase bueno este año. A pesar de todas las cosas (malas), a pesar que el ultimo día hice la ultima jugada para el jaque de la soledad.

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