jueves, 7 de julio de 2011

Un día de esos buenos que terminan mal

11 de Mayo del 2011


Como le decía a alguien: venia volando en la moto para llegar a contarte que ánimo, que todo bien, que ya como que no miro al suelo sino al frente, y estoy aquí, atento, sintiendo lleno de buena energía, aprendiendo, mirando todo por el lado más amable, y así, de a poco, voy volviendo a mis andanzas, a sonreír, a conversar con la gente.

Pero, siempre hay un pero, antes de contarle que la gente me atendía bien y me ayudaba con las direcciones, y en el semáforo una señora se atrevió a preguntarme por “si iba en contravia?”, y otro me habló de las botas "Venus", y ya me importa menos lo importante y me estreso menos por lo urgente, y así le doy tiempo a lo que en verdad es “vida”: todo aquello que dejas de hacer mientras planeas otras cosas; y antes de contar que ha hecho buen clima, un bochornito y cielos azules bacanos, antes que eso, de que el viaje y la moto se sentían muy bien, antes que me diera cuenta, en una curva en la vía San Antonio - La ceja, la cadena de la moto se safó, y 200 metros más allá (iba muy rápido), veo que se safó de adelante y no de atrás como es normal, y que cuando estaba agachado en la oscuridad de una comenzó a llover, y bueno, me fui corriendo para la bomba que afortunadamente quedaba cerca, y el pelao estaba simpático y mis destornilladores chiquitos y pelando los tornillos. Una mierda!! Pero seguía sonriendo, como con una alegría de que por obligación me iba a tocar vivir otros retos.

No pudé quitar las tapas. Los tornillos se seguían pelando. Otro motoneto no tenia herramientas, pero me aconsejó dejar la moto ahí, y al otro día bajar de nuevo. Eran las 10pm, masomenos.
Después de titubear, e imaginar el panorama de esta noche y mañana, y buscar la pieza que se le había caído a la moto (en botas y con una bolsota de ropa limpia que traía de la ciudad), saludé a un señor de un carro, y lo pedí el favor que me llevara hasta la entrada de la vereda, “hasta ahí no más”, le dijé. Y se desvió, y con “guascas” a todo volumen me empujó unos 3 kilómetros, y le agradecí, y con la ropa en el hombro, camine por la pavimentada (1 kilómetro) y me interné 500 metros en la destapada (menos mal había dejado el portátil en la oficina) y otro bacan, que se llama Julián, en su moto nueva (o parecía) sin sentirse mucho las piedras y sin que sonará las tapas de la moto, me ahorro 20 minutos de caminada en la oscuridad de la carretera polvorienta.



Igual, llegué a escribir el correo, sonriendo.
El día de mañana cambia, por obligación y demalas, pero nada, aprendamos a divertirnos, así estemos gastando los ahorros, así las pulgas estén por todas partes, así no sepa a ciencia cierta nada para el día de mañana (ni el otro, ni el otro de más allá)... Sólo pido que mi moto roja este donde la dejé.

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