jueves, 25 de noviembre de 2010

cuentos y crónicas de Mario Escobar Velásquez

Otra vez cerré los ojos, y mandé la mano en la biblioteca, y saqué un librito verde. Leí su tapa y no me encontré al cronista de Barbosa que escribía mejor que muchos hace más de un siglo, ni a un poeta de Pueblo Rico que había leído más en graffitis que en libros, ni un desconocido poeta de provincia que luego resulto ser jefe de varios amigos en proyectos periodísticos, ni mucho menos al señor que hace muchos años me contaban en la escuela que había sido un gran hombre, ni al cineasta/poeta que el que alguna vez compartirte porro y anécdotas, no. Esta vez escogí al azar los textos desconocidos de un poeta que alguna vez en la universidad me intento enseñar a escribir.

Era tan poco parchada la Universidad en la que estudié, que termine con un amigo llamado Ricardo Escobar (primo del Escobar que te encuentras en los libros de poesía de amor de los almacenes de Cadena), donde un tal Mario Escobar, que era escritor viejo y con muchos libros encima ya. No fuí sino a 3 sesiones en los saloncitos de extensión. No me aguante al viejo que le salían pelos por las orejas, y vivía diciéndonos que debíamos aprendernos el diccionario, y leer poesía a montones. De lo poco que le saque a Escobar Velásquez, fui un libro baratico de Meira del Mar (una linda poetiza costeña), y uno otro consejo que trato de olvidar cada vez que escribo.

8 años después, él ya muerto, me lo vuelvo a encontrar. Como ustedes sospechan, ni me había leído un texto suyo, y bueno, fue la oportunidad de guardar los resentimientos poéticos, y sacar al lector pasible que llevó dentro.

A "Gato" me lo leo de un tirón, porque es una observación intensa de los felinos, de los gatos, que le ayudó al autor a escribir una ficción de un gato de ricos que se perdió en un barrio de pobres y vivió feliz, como todo gato. De una pensé en Max, en el gato blanco de la casa donde vivo, que debe estar afuera haciendo fechorias (anoche se escapó).
Tardes/mañanas/noches que de a ratos me he quedado observando, y silenciosamente, y así me hice amigo del gamín Max, y de la princesa Salome, y ahora, va tocar, hacer la misma estrategia con Ramón, el otro integrante de la familia:

No lo regalé como a los otros. Ya había una chica interesada, pero después de la primera llamada, no volvimos a hablar, y fuí reticente con los mensajes en Facebook, entonces, confiemos que el tiempo pase pronto y Ramón no destruya la casa, y los cuatro podamos vivir en una casa campesina a todas nuestras anchas.

Por ahí leí en una de las paginas un pedacito que describe una actitud que he tratado de copiarle a los gatos:


"El ave fémix verdadera es la vida".

Después de "Gato", vienen unos textos, crónicas y diarios que los que editan los libros de "Palabras Rodantes" escogieron arbitrariamente, y hablan de leyendas indígenas, sobre Urabá, Sobre las putas de los pueblos calientes, y sobre escribir sobre Urabá, y sobre todo, sobre escribir.

"Lo tuyo es esto. Hayas nacido en donde hayas, o estés en donde estés, la tierra tuya es esta tierra. A ella la querrás siempre más que a nada".

Claro, mirando al Urabá, cualquiera, pero vaya diga eso en Ciudad Bolívar! Pero si, uno debe amar donde existe, donde se enamora, donde quiere morir.

"Nunca antes había tenido a menos cosas, pero tampoco sido más feliz: estaba sabiendo que la felicidad estaba en oírse a su yo interno, y en realizarse. Lo suyo era escribir".

un amigo que me aconseja hoy lo mismo que me dijo Mario Escobar ("no me canso de repertirle a los que creen en mí que hay que estar seguros de cada palabra empleada") en un taller literario del medio día que se llevaban en las deprimentes carceles/salones del Poli: "aprenda a escribir bien, y seguro la gente lo lee".
Ese mismo amigo también me dijo una vez que había discutido con el autor del que escribimos hoy, porque había dicho que las obras había que guárdalas hasta que estuvieran hechas. Y masomenos el argumento del amigo fue: Que tal que García Márquez siga puliendo Cien años de soledad?

Tienen hoy y ayer la razón los dos, pero que se vayan para la mierda, que yo no tengo cuero para entender la RAE, y solo quiero escribir como habla mi padre, o los campesinos de mi pueblo que no son palabras que encuentras en el diccionario.

"Todo eso lo arrastró el viento del tiempo".

El librito verde finaliza con unos fragmentos de sus diarios, que es masomenos lo que uno hace en estos blogs que narra cada detalle de la vida diuno. O como en twitter, donde se piensa en tiempo real.

Algo arrogante se siente Mario Escobar en los libros, como cuando estaba vivo. El contraseparador del libro dice que era humilde, que no iba a cócteles, sino que le gustaba enseñar.
Tal vez se sentía demasiado intelectual, y estaba lleno de terquedades. Como uno mismo, lleno de estupideces, de caídas y acelerones.

"El cielo no puede ser mejor que esto, jamás. El cielo es esto".

Hablando de leer, de releer, de tragarse todos los libros que uno pueda. Eso estamos haciendo Mario Escobar Velásquez, odiando el diccionario, amando la escritura.

1 comentario:

Anónimo dijo...

De eso si qu sé yo, de borrar, tachar, corregir, odiar, maldecir, y por último la entrega de la palabra precisa, es como una sumisión difícilmente encontrada, pero sumisión al fín.
Yo también aprendí de Mario, con pelos en las orejas y por encima de los ojos, y esas manos inmensas que podían coger el cielo: de eso si que sé yo.