miércoles, 10 de noviembre de 2010

tres días con los Berttoti

Leíamos en blog en voz alta y junticos al lado del pc, en noches y tardes espontáneas. Como Gonzalo Arango que leía Walt Whitman con su novia abajo de las manos de Cristo Rey en El Salvador (Medellín), nosotros lo hacíamos tirados en la cama, o mientras yo armaba algo para ponerle densidad a las noches. Yo leía, mal como siempre, ahogandome, pero casi actuando sentado. Ella lo hacia con ritmo, le iba cogiendo tonito a cada personaje.
No llegamos ni a la mitad, porque la comodidad y el placer de estar juntos casi nunca permitió terminan completa una película, o leer un libro, o tan siquiera disfrutar una blognovela. No nos importaba, porque así no termináramos, quedábamos con la sensación, nuestra sensación, y eso es mejor a veces que ponerse a descifrar qué dijo el autor con su obra completa.

Ya les había contado que me emociona cada vez más el proyecto Orsai, del mismo autor de la blog novela de una Señora Gorda o de la Familia Berttoti o de Más Respeto que Soy tu Madre. Por eso cogí desde la profundidades el sentimiento dejado en esos días de amores, y arrancar, desde cero, la web novela de Hernán Casciari:


Una familia Argentina, de Mercedes, donde nació y vivió el autor, que en los momentos de aquel 2003, tecleaba las historias en las noches que le dejaban su trabajo al otro lado del charco (España), lejos de su argentina, por culpa de la crisis.
La misma puta crisis que me toco a mí vivir lejos de casa. Pero yo andaba estudiando, y evitando regresar a mi pueblo que es asesino pero bello, a mi familia que es de locos pero mía, a las calles que ya no son tan divertidas pero que uno conoce.

La idea no es comparme. No hay caso. Argentinos, Colombianos, y así. Cuando el gordo Casciari escribir la novela virtual, yo abandonaba el internet, porque era una mierda la velocidad que se conectaba en Colombia, y porque esa mierda no daba para lo básico: comer, pagar Icetex, la gasolina para la moto morada (que se robaron), la plata de los pasajes de la novia (que terminamos) y el hermano (que ya está mejor y a punto de casarse)...

Después de leer los 200 capítulos, post tras post, detalle a detalle, hipervinculo a hipervinculo (solo faltaron los comentarios, que están desahabilitados y desaparecidos, y que seguro me habrían quitado otro día más de lectura), quede con la sensación que más me gusta: ganas de contar historias. Mis historias. Lo que le pasa a mi familia. A mis amigos. Poder inventar novelas geniales con todos los problemas tan brutales que día a día, segundo a segundo, sujeto a sujeto nos suceden. Si tuviera talento, pues.

Pero que va! solo he podido contar mal contado mis días. Eso hace ya 3 años que encontré de nuevo los blogs, y que en ese preciso instante, el inventor de la webnovela, el exitoso bloguero, dice que los blogs habían muerto. Pues, que ha muerto como fenómeno, ahora más que nunca lo que debe salir a flote somos nosotros, las voces más débiles pero reales, que llevamos años y años de atraso a nivel tecnológico e intelectual, pero que tenemos nuestra voces, nuestras historias, no importa el formato. Así sea que te escribas en el cuerpo como en el barrio, o te hagas trenzas como las negras para guardar los mapas, todo vale.

Me enamoré, lloré, odié, y no quisé detener la lectura, pero había que trabajar (en internet, afortunadamente), y había que dormir, y había que mirar para las nubes, y entender que a pesar que uno no es Casciari, el gordo, el que puede desde lejos mirar a su mundo y contarlo en voz de señora, uno con los 100 amigos que queriendo o no me leen a diario, pued armar su novelita... pero uno si a ido contando en varias voces, con distintos personajes, con climas, y sensaciones diferentes. Torpemente. Con un español primario, pero aquí está.

Ustedes por estas paginas han leído lo que piensa mi mamá, lo que le pasa a mi hermano, lo que hace e hizó mi padre, lo que me pasa a mí: amores, desamores, luchas, estupideces, genialidades, días y horas malas y buenas. Con la única diferencia que no somos fenómeno, que no tenemos fanáticos, que no se nos arregla la puta vida, que aun seguimos escribiendo para no perder el rumbo, las metas, las cosas bonitas que uno ve cuando cierra los ojos.

Leer hasta que se pongan los ojos cuadrados, para emocionarte, para inflar de fuerza pura los nuevos proyectos, para seguir confiando en los pequeños detalles, en las historias de uno.
Y también para llamar a su madre y su padre, para disfrutar el silencio que hay entre las lineas telefónicas, entre las vidas, y decirle que qué bueno escucharlos. Volver a pensar en las formas y códigos que la familia nos inyecto, y saber qué hacer con eso. Repensar lo problemas, los problemonones! y hacerlos algo útil para uno, así sea para futuras películas, guiones, ideas de negocio, o para dejar de tener miedo, y enfrentar las cosas como son. Saber que es mejor juntos, en familia. Y que los amores, amores son.

La vida es una línea de tiempo, que guardamos en las memorias. La internet es una de ellas, sea realidad o ficción.

Una historia menos para mí, otra más para ustedes. Les queda de tarea.

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