sábado, 12 de junio de 2010

La edad de los hombres se mide en mundiales

Por supuesto estoy hablando de los hombres (varones) que nacimos y a los días alguien nos enseñó que había que correr detrás de una pelota, y que el otro amiguito a veces se convierte en enemigo, y que hasta el último aliento teníamos que buscar la victoria, meter el esférico (a veces era un huevo) dentro del arco que podía ser un marco de una puerta, o dos piedras, o las camisetas, o dos lineas imaginarias, o lo que sea, y cómo fuera, para poder gritar Gooooooool!!!

Nací en 1982, y como vi el mundo en diciembre, me perdí el mundial (España 82).

El magnifico mundial de Mexico 86, que dicen los mitos, hubiese podido ser en Colombia, solo que el viejito cacreco que Presidia la nación dijo que mejor se robaría la plata en escuelas y carreteras; ese de Dios y de Maradona juntos, no está en la memoria. Supongo que estaba en la delicias de los 4 años de acoplarme a la guardería.

Jugué en las calles adoquinadas cuanto partido me retaban en San Judas, mi barrio. Ensucié las paredes de casa dándole a la "cáscara" de balón en los cotejos que me jugaba con mi hermano en los zaguanes de las casas donde vivimos. En la escuelita ya me escogían, como siempre, de segundo o tercero en el sorteo de equipos. Ya me afectaba el corazón ver al Atletico Nacional jugar, empatar, perder, ganar!!!. Mientras todo eso pasaba, y el futbol eran todos mis pensamientos, y mi rostro era negro por la mugre y el sudor que se juntaba con la felicidad del juego, llegó el mundial de Italia 90, y Colombia estaba en un mundial por segunda vez después de muchos años, por un gol que metimos por allá en Israel.

Un mundial que recuerdo a color, porque mi papá se ganó un chance, y había adquirido hacía poco el Sony de perilla que me dejaba ver como era la mascota cuadriculada de los italianos, y le melena del Pibe, y las locuras de Higuita, y el gol de Milla, y los Alemanes, y la final que perdieron los argentinos, y la copa de Oro, y mi niñez hecha dicha, viendo a los mejores jugar, y nosotros salir a la calle a repetir lo que veíamos en la TV.

Éramos enfermos por el fútbol. Lo jugábamos en tiempo libre, mientras íbamos para la escuela con cualquier piedra o lata nos ibamos yendo hasta llegar, en los descansos o cuando se iba el profe patiábamos lo que fuera a lo que fuera y goooooool!!!, y a la salida, y en la noche, y los fines de semana entrenábamos en la selección del pueblo (oficial, no oficial, en contra de la oficial), y lo llenábamos en caramelos, y lo veíamos en la tv y lo escuchábamos en la radio, y lo vivíamos con toda, porque en medio de tantas violencias y dolores, ese estúpido juguito nos entretenía hasta olvidar.

Recuerdo la desilusión en Usa 94. La Colombia que no hizo nada, y a Maradona salir y no volver, y los gringos tratando de ser hinchas de un deporte que no les salia y a los Brasileros Bebeto y Romario, unos magos. Y claro, la muerte de Andrés Escobar, que fue como terminó el recuerdo de ese bendito mundial.

Y cuando ya había dejado le fútbol por muchos deportes más, y cuando ya había dejado esos deportes a un lado por el rockandroll, y cuando aún me jugaba uno que otro partido, sobre todo en videojuegos, y cuando la violencia estaba en lo peor, vino un mundial para remediarlo todo, Francia 98, donde no hicimos nada de nuevo (Colombia), y donde disfrutamos de un fútbol con otros calidosos campeones (Francia). Qué bueno. Lo malo, es que le dije a mi papá que no apostara por esos franceses, que por lo Brasileros, qué era obvio. Desde ese día no lo aconsejo en marcadores, así mis pálpitos por muchos años fuera muy acertados.

Ya las drogas, los amores, el estudio, y el horario, no me dejaron disfrutar a lo bien el mundial de Corea y Japón 2002. Pero me gustaron las gráficas, las cámaras, los ángulos y todo eso que usaron los orientales para mostrarle al mundo cómo se transite un mundial (por mi profesión), y también le paré bolas a los hinchas, la fiesta, las locuras, los viajes (porque era Barrista).

Desde eso se han jugado 6 mundiales, 7 con el que estamos viviendo. Olvidé por completo Alemania 2006. Lo veía en los televisores, pero estaba ocupado en mi vida, en mis pensamientos. No estaba mejor dicho. Los infortunios, y las historias me tragaron por 4 años los recuerdos. Todo fue vital, menos el fútbol. Ya no pateaba. Ya no cantaba. Ya me cansaba yendo a la tienda. Ya el fútbol Colombiano no dan ganas de verlo sino de vomitarlo.

Entonces, hoy tengo 27 años, 7 mundiales vividos, y siempre cuando busco, donde he vivido, he encontrado una pelota debajo de cualquier cama o armario.

Otra vez, conseguí álbum de nuevo. De nuevo fracaso en la llenada, pero me atreví, después de ese fiasco de Francia, a jugar dos pollas (U de A, y Soho-LG). Ambas gratis, para no arriesgarme mucho.

Estamos viviendo Sudafrica 2010.

Unos lo ven en HD (¡qué afortunados!), otros como yo, a punta de Gol Caracol, y radio, y streaming (que hasta dejan los partidos grabados), y de gadgets en el pc, y grupos de Facebook y Twitter, y he vuelto a conversar del fútbol, y me animo de nuevo al ver una jugada buena, y grito un gol con todo mis fuerzas, y madreo un arbitro, y me levanto a ver partidos a las 6am,
y hoy, ahora, en el 2010, me reafirmo, los hombres, la mayoría, llevamos nuestras cuentas de recuerdos, por años, y sobre todo, por los mundiales de fútbol que hemos vivido. Ah, y que fuimos calidosos, cuando jugábamos. Seguro.

No nos molesten, estamos viendo fútbol, y madurando.

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