Un día me pasó. Claro, me gané un regaño horrible, y el huequito que me hice en la planta del pie luego se volvió negro, y con una aguja tuve que quitar ese "clavo" (el pedazo de material mala).
Seguro alguien con muchos kilos de peso, es capaz de meterse el clavo hasta el fondo. Pensaba.
Pero todo esto viene a cuento, porque iba a salir a la terraza de la casa, y sentí un punzón en el "juanete", de una livianise el peso de ese pie poniendo el otro en el suelo rápidamente.
Me había parado en un chinche con mis pies descalzos (y sucios).

Como una semana entera estuve caminando de para atrás. Porque al hincharse la rodilla, y aporrearla de esa manera, no se podía doblar, y de para atrás no es necesario doblar.
Mi mamá corriendo para llevarle la comida a mi papá en la plaza de mercado, y yo teniéndome de las paredes, y bajando los escalones casi para llorar. Miraba a Aleida que reía impotente, y ese calle larguísima que llevaba a donde Alirio.
Entendí que la vida es dura, y que uno es afortunado de tener casi todos los sentidos y herramientas buenas, y que no debía quejarme (aunque lo hiciera en sollosos que nadie escuchase) porque mi invalides se acabaría pronto, y otros la tienen para siempre.
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