Hoy, en donde siempre compramos, en donde “Tomas” y las señoras “zarcas” que venden empanadas y helados, compramos 4000 pesos. 2000 de empanadas que nos la comimos en una sentada, y las otras 2000 que las llevamos para la casa.

“¡Hastahí! Dije no más, y no volví a mantequiar” Dijo mamá mientras se comía una empanada de de donde “Tomas”, quien no las hace pero les da el punto en el fogón.

Después de esos días, le vine a probar una empanada a mi mamá, cuando le dimos los ingredientes, e hizo unas grandotas todas grasosas, de lo mejor.
Por eso cuando veo las manos amasar y rellenar, y juntar y fritar, veo a mujeres como mi madre que salen con su perol y las ilusiones a realizar 5000 pesitos para ayudar en la casa. Veo a mujeres, jóvenes y no tan jóvenes, luchando para ganarse sus areticas, sus cigarrillitos, o su loción, o el mecato para despachar a los muchachos todos los dias.
En cada esquina miro si alguien tiene un perol encendido y unas empanas calientes. En los días frío, en los de hambre y poco tiempo, en los de no cocinar, en los de locha.
En fin, la empanada, desde siempre ha sido un desembale, tanto para comer como para trabajar.
2 comentarios:
Listo David, ya me di de alta. Muchas gracias por contactarme.
Un saludo, y nos seguimos leyendo.
Publicar un comentario